¿Sabes lo que es decirle hola a alguien y que te responda con un sopapo?
Eso es, más o menos, lo que me pasó a mí cuando dejé mi trabajo de investigación en la universidad por un «trabajo real».
La historia igual te suena, igual no, pero encierra una lección de oro que merece una clase entera y dedicada en uno de mis cursos (en la clase avanzada 5 del curso de afiliación, para más exactitud).
Una lección que, en realidad, puedes y debes aplicar en cualquier ámbito de tu vida, no solo en ese de las webs que dan dinero.
Mira, hace 12 años entré a trabajar en Accenture, una de las grandes consultoras del mundo.
Yo tenía veintipocos, ganas de comerme el mundo y una falsa sensación de que el éxito en esta vida era llegar a ser socio en una firma como estas.
Qué idiota era. A eso no se le puede llamar vida.
El caso es que, cuando entré en la empresa (un viernes 24 de septiembre), lo primero que hicieron fue reunirnos a los 6-8 pringados que entrábamos nuevos en el área, sentarnos con nuestros jefes de departamento (la mía no estaba por un marrón de proyecto del que ya te hablaré otro día) y decirnos cuál iba a ser nuestro futuro.
Unos a este proyecto, en esta planta, otros a este otro, en esta sección de esta planta y otros a la espera de proyecto a esta mesa apestada de esta otra sección.
Y uno, solo uno, tuvo la magnífica suerte de irse a tomar por saco.
Sí, efectivamente. A mí me dijeron que fuera con un tal Eneko que me iba a enseñar a sacar vuelos y a reservar hoteles porque ese mismo lunes me iba a Holanda.
Quizá se te ocurra la maravillosa idea de pensar en la suerte que tuve.
Quitando que viajar por trabajo no es lo mismo que viajar por placer, aquí van dos datos que terminarán de pintarte la imagen que necesitas:
- El ambiente en el proyecto era pésimo. Todos quemados por la crisis de 2008, hartos de trabajar allí, sin posibilidad de irse (porque no había trabajo).
- El plan era viajar 50 semanas al año. ¿Y las vacaciones? JAJAJAJAJAJAJAJA, vacaciones dice…
A ver, que me pierdo.
Yo, chaval de 25 añitos, con una boda a 2 meses vista y un inglés de pueblo perdido en los Pirineos, se va a Holanda a desvirgarse de todo aquello.
Con un jefe holandés al que lo primero que tenía que pedirle era permiso para irme de vacaciones unos días más de los que tenía concedidos por la boda.
Así que allí me planté yo, con mi traje y mi corbata, mientras todos (todas, en realidad, a ellos les dio igual) se reían de mi traje y mi corbata en un idioma del que captaba la mitad.
Suit boy me llamaban. No sweet, no, suit.
Lo que hice durante las primeras horas allí fue preparar el discurso que le iba a soltar a mi jefe de nombre impronunciable (Heico Schamhardt).
Acojonado por si me decía que no.
Recuerda: mi inglés era pésimo y no lo había puesto en práctica nunca. Aunque a mí, en general, me preocupa que me digan que no.
Así que dediqué tanto esfuerzo a escoger las palabras, los tiempos verbales y la mierda que iba a decirle, que cuando me lo presentaron y empecé a hablar, todo salió… demasiado bien en realidad.
Casi sin decir hola, me explicó que ya le habían dicho lo de la boda (también fue tema de risas para estas Senior Manager holandesas, que no entendían que me quisiera casar) y no tenía ningún problema con mis vacaciones.
Así que me pude meter el discurso ese tan molón que me había costado horas de preocupación y frustración por donde amargan los pepinos (qué rico es el refranero español).
Mira, que esa es la gran lección.
Perdí tanto tiempo, sudor y años de vida en preparar aquel discurso, que fue una decepción ver cómo se resolvía todo sin usar ni el 5% de lo que había preparado.
Y digo 5%, porque por lo menos me dio para decirle hola y presentarme.
Lo mismo me pasó con mi primera web: meses de diseño, pruebas, tonterías y pequeños detalles tirados a la basura.
En realidad, aquella web no necesitaba nada especial y todo eso que estuve haciendo durante meses no sirvió para nada.
En realidad, la lancé rápido y mal aprovechando el retuit de un periodista muy famoso de nuestro país. Escribí dos posts rápidos, sin cuidado y sin hacer nada de caso a todo eso que había preparado y….
¿Sabes qué? Las cosas fueron bien. MUY bien.
Escucha, cuando se trata de lanzar proyectos online, sobre todo el primero, la clave está en hacerlo lo mejor que puedas lo más rápido posible.
Cuanto antes lo lances al mundo, antes empezarás a ver qué funciona y qué no.
Cuando un proyecto no existe, no puedes medir. Y si no puedes medir, no tienes ni idea de si lo que estás haciendo es bueno o no.
Por eso te envío un consejo cada día si te apuntas aquí debajo.
Para que muevas el culo, pruebes y cambies cosas, veas qué te funciona, qué no, y llegues a vivir de tus páginas web como hago yo.
Consejos diarios para ganar dinero por internet
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