En mi familia hay varias historias para no dormir.
Historias que han tenido en vilo a generaciones por las cosas más insospechadas.
Amor, desamor, guerra…
Las hay con final feliz, las hay con final terrible, las hay para todos los gustos.
Como en todas las familias, supongo.
Escucha.
En mi familia paterna había un miedo visceral y terrible a que se descubrieran secretos de esos que paralizarían el mundo.
Secretos por los que alguien mataría.
Secretos como que un hijo sea hijo natural.
O que otro hijo se concibiera antes del matrimonio.
Ya sabes, eufemismos para hijos bastardos, tenidos con alguien que ya estaba casado, o para esas parejas que hacen guarradas debajo de las sábanas antes de casarse.
Terribles pecados de los que nadie puede enterarse.
De esos que sucedían en todas partes y a todas horas, pero la ceguera colectiva hacía como que no existían.
Eso, o que a nadie le sonase raro que madre e hijo tuvieran el mismo primer apellido.
El miedo es terrible y nos mueve a comportarnos de forma absurda.
Hay quien escucha a un gurú de tres al cuartos hablar de una criptomoneda que es la repolla (la mujer del repollo) y van corriendo a dejarse los ahorros en ella.
Y quien escucha de su cuñado que las multipropiedades son el futuro.
Luego quiebra el sistema, lo pierden todo y le echan la culpa al gurú o al cuñado de turno.
No a ellos, que les hicieron caso.
Si quieres invertir dinero en algo que te dé beneficios, inviértelo en conocimiento que te sirva siempre.
Que puedas aplicar para ganar dinero o que puedas vender en forma de servicios.
No te voy a decir que metas tu dinero en este fondo o en este otro. Sería absurdo.
Yo pago a un equipo de gente que se encarga de hacer eso con mi dinero, porque no tengo ni pajolera idea.
Lo que sí puedo decirte es que el dinero que están usando estas personas para invertir y desinvertir, ese excedente que puedo permitirme perder, sale de conocimientos que he adquirido con los años.
O con los euros, que mi mayor partida de gasto anual es la formación.
Qué aprender, por qué y para qué son cosas de las que te cuento cada día en el email que envío antes de que te tomes el café.
Email para cafés interesantes
O no, quizá ya hayas desayunado, tengas un huso horario distinto o no te guste desayunar.
Pero el email ahí estará, para que lo disfrutes cuando te apetezca.
Y si no lo disfrutas, pues se lo envías a alguien que te caiga mal.
¡Que se fastidie!
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