¿Qué haces tú a las 11 de la mañana cada día?
Quizá sea estar en una oficina, quizá en un taller, en una universidad o en un hospital, pero seguramente estés trabajando, dando clase o estudiando.
Lo normal, ¿verdad?
Ayer, a esa misma hora, estaba caminando por el barro, entre zarzas, cardos y demás plantas que, gracias a las lluvias constantes, están demasiado crecidas como para dejarnos andar con comodidad.
No iba bien preparado. Mis zapatillas de trekking están viejas y han perdido su capacidad para repeler el agua e iba con un chándal por el que pasaban todos los pinchos.
Aun así hice algo más de 6 kilómetros, menos de lo que suelo hacer, más de lo que debería para las condiciones en las que fui.
Y en mitad de la maleza, con los pies fríos por el agua que se filtraba, una pregunta me golpeó con fuerza.
¿Cuántas veces tienes que pasar por el mismo sitio hasta hacer un camino?
Porque no hice mi camino de siempre, fui por otro con la esperanza de recoger alguna seta para aderezar la comida (aquí crecen muchos champiñones, algún hongo, coprinus, macrolepiotas…).
Un camino que no es camino, en el que se veían algunas huellas previas encima de las ortigas y los cardos, aunque nunca la tierra de debajo.
Soy el primero que se empeña en hablar de los caminos de la vida y de los propósitos, pero es ser demasiado generoso.
Cuando mucha gente antes que nosotros ha pasado por ahí, podemos decir que hay un camino.
Si ese camino es de los más transitados, quizá haya asfalto y aceras.
No siempre.
En ocasiones, emprendes un rumbo que no ha tomado nadie. Bien por el destino, bien por la mochila, bien por algo que te hace diferente.
¿Por qué es importante saber esto?
Porque, como seres humanos, nos encanta compararnos con el de enfrente.
Y las comparativas solo tienen sentido cuando las condiciones de la competición son las mismas.
Antes de decidir que a los demás les va mejor o son más listos que tú, párate a pensar por dónde estás andando.
¿Hay camino hecho bajo tus pies?
¿Posees el equipo adecuado?
¿O te has salido de la senda habitual y estás abriendo un nuevo sendero en la maleza?
No es lo mismo salirse de la senda con unas botas y unos pantalones impermeables y cómodos, que con unas botas cuarteadas, los calcetines mojados y las piernas llenas de pinchazos.
Cuando eres consciente de cuáles son las condiciones de tu paseo, puedes apreciar mejor el valor del avance que llevas y por qué tu situación no es comparable a la de los demás.
Es tuya y solo tuya.
Ahora bien, no dejes de avanzar.
Aprende a mejorar tu equipación para hacerlo en las mejores condiciones.
Y, sobre todo, sé consciente de que a tu alrededor habrá miles de personas que caminen en peores condiciones que la tuya.
Gente que estaría encantada de escuchar cómo lo haces:
Hecho es mejor que perfecto, pero hazlo
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