Imagina que vas caminando.
Tranquilamente, sin los cascos puestos y admirando el día que hace. Respirando y disfrutando del aire puro y del silencio.
Cuando alguien se acerca a tu oído y te susurra:
Se nota que no has aprendido nada, siempre tan prepotente y culero. Con razón estás bien jodido mentalmente hablando.
Parpadeas, sorprendido, y en lugar de seguir a lo tuyo, te concentras en ese susurro.
Sabes que deberías no hacerle caso, que lo trae el viento y él tendría que llevárselo, pero no lo consigues.
Ah sí, ¿a quién carajos le importa la programación en la que te crees mucho? Te ufanas de facturar mucho cada mes, bien por ti. No sabía que lo hacías lamiéndole la pija a tus jefes, pero bien por ti.
Entonces sonríes, porque sabes lo que viene ahora.
Los viejos conocidos siempre son agradables.
Y predecibles.
Y sobre tus libros, son más mierda que tú.
Te paras en medio del camino de tierra por el que estás disfrutando de tu paseo y…
¿Qué haces después de haber leído todo eso?
Pues lo único que debes hacer: reírte a mandíbula batiente.
Lo ha intentado con ahínco, pero el tipo no ha dado ni una.
Escucha, que amargados y haters hay en todas partes.
Algunos, como este, pueden convertirse en tus más fieles seguidores.
Buscarte allá donde vayas y alegrarte la mañana con sus chistes.
Saber que están ahí es motivo de regocijo.
Sobre todo cuando ves que su odio les ha cegado tanto que ni siquiera aciertan el tiro de sus insultos.
Sobre todo cuando añades su perla del día a la carpeta en la que guardas con cariño todos sus correos, cuentas de email que no existen y su dirección IP real.
Y te acuerdas de que invierte varias horas al mes en cabrearse viendo cómo de bien te van las cosas.
Si encima supiera que, además de esa facturación elevada de cada mes (el único dato correcto de sus insultos), me echo la siesta todos los días…
Que veo películas, series, leo libros y monto LEGO…
O que recojo a mis hijos pronto del colegio y jugamos todas las tardes…
No, eso no debe saberlo.
Porque le daría un infarto.
Escucha.
Y escucha con atención.
Tu tiempo es lo más importante que tienes en la vida.
¿Por qué ibas a usarlo para compararte, enfadarte, insultar, envidiar y odiar?
¿Y si en lugar de eso lo inviertes en ser más y mejor que ahora?
Este señor, que hoy firma como Peter Sumantra, tendría tantas cosas buenas en su vida que no desperdiciaría sus energías en insultar todos los días a un tipo por internet.
Si por cada email o comentario que deja en mis web hubiera creado un artículo con un enlace de afiliado, hoy tendría mucho dinero.
Pero mucho, mucho.
Aunque fueran malos artículos.
Es pura probabilidad: con tantos escritos, alguno tendría que despuntar.
Tengo una newsletter a la que envío un email cada día con consejos para no perder el tiempo trabajando a ciegas.
Si tienes ganas de invertir tu tiempo en insultar, envidiar u odiar a otros por internet, NO es para ti.
Pero si quieres sacarle provecho a ese tiempo para construir algo que sea tuyo, solo tuyo y te dé dinero…
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