Hoy no voy a contarte nada bueno ni bonito.
Tampoco va a ser barato (al menos para los que me han pagado).
Es algo que nos revienta uno o dos meses de nuestras vidas y que nos pasa a todos los emprendedores y autónomos de vez en cuando. A los asalariados también, solo que ellos tienen menos capacidad para decir que no a los encargos de sus jefes.
En enero tuve un cliente de los que yo llamo «vómito acaramelado».
Una fina capa exterior muy dulce.
Un corazón que sabe fatal.
Todo encaja, las ideas, los plazos, los objetivos, hasta que firmas el contrato y cobras la primera mitad.
Porque sí, yo cobro al menos un 50% de los proyectos por adelantado. Normalmente es el 70%.
Pero en cuanto empiezas a pedir lo que necesitas para trabajar…
Estos chavales tenían una idea de negocio muy chula, relacionada con las adicciones modernas en la gente joven. Ya sabes: apuestas, redes sociales, videojuegos…
Y como suele pasar en el mundo de las startups, más aún con gente muy joven, perdieron el foco. Dejaron que todos los elementos externos opinasen sobre el proyecto y les mareasen la perdiz.
Cuando digo todos, es que hasta los proveedores han metido mano ahí dentro.
En esas situaciones, siempre, siempre, siempre, terminan viniendo a mí con la excusa de discutir «cambios en la web», para que les diseñe la estrategia de negocio.
Y eso, como supondrás, vale más dinero que hacer la propia web.
A lo que voy: incumplieron los plazos del proyecto y sus obligaciones por mucho.
Hablamos de que el proyecto se tenía que entregar el 31 de enero y estamos en mayo sin la mitad hecha.
Así que les corté las alas por necesidad: su retraso impacta en mi agenda de todo el año, en clientes que no tienen la culpa.
Paré el proyecto y les puse una lista de condiciones tremenda que debería evaluar yo personalmente antes de continuar con lo que querían que hiciera.
Les aumenté el presupuesto un porcentaje absurdo y les dije que, si aceptaba terminarlo, cobraría todo de golpe y por adelantado.
Asumí que se negarían y he hecho lo que no tenía que hacer:
- Me he apuntado a una formación intensiva de 6 meses.
- Sigo con mis clientes grandes, fijos y fieles, y mis propios proyectos.
- Dedico el 50% de mi tiempo a terminar un curso que lo está petando aún sin estar terminado.
La suma de todo lo anterior ya cubre con creces el 100% del tiempo que estoy dispuesto a trabajar cada semana. Rechazando a todos los clientes nuevos que llegan, por supuesto.
Sabes lo que ha pasado, ¿verdad?
Efectivamente.
Los chavales estos han aceptado todas mis condiciones y, para ser sinceros, han cumplido con el resto de requisitos.
Por la mínima, pero han cumplido.
Así que este mes cobraré un par de miles más que habitualmente, pero tendré que sacar tiempo de debajo de las piedras.
Tendré que hacer lo que más odio: quitarle tiempo a otras partes de mi vida.
Escucha, que esto te interesa.
Cuando empieces un proyecto, no te pongas a hacer cosas a lo loco sin tener un objetivo claro con un plan más o menos fijo de cómo lo vas a conseguir.
No construyas una página web sin saber para qué la quieres.
Y si empiezas a construirla, termínala antes de plantearte hacerle cambios.
Si no, la web será un cagarro y el proyecto fracasará.
De esto van los consejos que envío cada día por correo: de hacer tu propia página web coherente, de principio a fin y que funcione.
Do it yourself no significa hacer un cagarro. Significa darte las herramientas que necesitas para montar la página web que necesita tu idea, tu negocio, tu profesión.
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