Si invitas al dueño de un hotel a un evento, ¿cómo crees que debería despedirse?
¿O presentarse?
De él se espera que diga algo así como:
«Hola, mi nombre Jonathan Pine y dirijo el mejor hotel que puedes encontrar en el Cairo».
Y para cerrar su intervención, diría algo como
«Si tenéis planeado un viaje a El Cairo, escribid al hotel y decid que vais de mi parte».
Salvo si eres Jed, que no queremos que Mr. Roper se entere.
Sí, perdón por la referencia a The Night Manager, una miniserie que disfruté mucho el año pasado.
El caso es que estaba el otro día en un evento de marketing, cuando uno de los ponentes hizo dos cosas que son terribles en una presentación.
La primera es que cerró su charla diciendo que podíamos encontrarlo en:
- Su Twitter
- Su LinkedIn
- Su email
- Su web
Y la segunda es que lo hizo con la diapositiva número 200 de su flamante presentación de power point.
O de Keynote, que creo que usó un Mac.
El caso es que, si sabes lo que quieres conseguir de tu audiencia.
Lo que ellos pueden hacer por ti.
Y lo que tú puedes hacer por ellos y por qué les interesa.
Si sabes todo eso, nunca les darás siete opciones distintas al final de una charla de la que, por lo menos, ya no hablamos de público frío.
Como mínimo templado.
Alguno, quizá, esté caliente para la compra de lo que ofreces, pero yo no contaría con ello.
Al final de cualquier evento, charla o presentación solo tienes que dar una opción de contacto a todos tus interlocutores.
La que mayores beneficios te proporciona a ti.
Si tienes una página web bien hecha, con una estructura bien hecha, unos buenos textos y un objetivo claro, es imposible que no te salga bien una jugada así.
Ahora bien, si lo que tienes es un cagarro de web en el que alguien que entra no tiene ni idea de qué ofreces, a quién, ni de cómo se consigue…
Apaga y vámonos.
Eso es lo que te cuento cada día en mi newsletter
Cómo hacer que tu web y tus redes jueguen a tu favor y te traigan alegrías en lugar de disgustos.
Empezando por no ofrecer puntos de fuga como punto de contacto contigo.
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