Hoy vamos a aprender a faltarle al respeto a un emprendedor.
Un deporte muy en boga últimamente, del que los propios emprendedores son cómplices.
Un deporte que tiene muchas reglas de las que yo te voy a contar las 3 en las que más se insiste semana tras semana, día tras día.
Leerás este post y te parecerá que exagero, que no puede haber tanta gente aficionada a este tipo de peticiones.
Un día publicaré un libro con todas las burradas que recibo por correo. Como ensayo cómico no tendrá precio.
Dejemos claro que un emprendedor es alguien que coge las riendas de su vida y decide lanzarse al vacío para construir algo desde cero.
No tiene por qué ser un empresario…
No tiene por qué facturar cientos de miles de euros…
No tiene por qué…
Es alguien que no quiere participar en la famosa carrera de la rata (ya sabes: trabajar 8 horas para ganar un sueldo que gastarte en cosas que no necesitas y llegar a la jubilación en pañales, esperando que Papá Estado te salve de la ruina).
No es un superhéroe hecho de acero, impertérrito al paso del tiempo y a los costes de la vida.
Es un ser de carne y hueso, con preocupaciones, facturas y emociones más que humanas.
Si todo eso te da igual y aún así quieres faltarles al respeto, si quieres reírte de ellos, entonces haz esto.
Pide descuentos
Un clásico.
Eh, que seguro que te sobra el dinero, ¿por qué no me regalas un 20%? Que no te cuesta nada.
Pues sí, amigo, me cuesta exactamente un 20%. ¿Quieres cederme tú un 20% de tu nómina?
Esta es la forma educada de lo que otros hacen con descaro:
Regatéale el precio
Que sí, que me parece muy bien lo que haces, me gusta cómo trabajas y quiero que seas tú el que levante mi empresa, pero no te voy a dar 4000, te voy a dar 2000 y además me vas a hacer esto y esto.
Pues fíjate que por 2000 no te voy a hacer la mitad de lo que te había presupuestado, te voy a hacer el 30%. ¿Cómo lo ves?
Y el último nivel del desdén por el trabajo profesional de un emprendedor es…
No tengo dinero, házmelo gratis
Si te lo hiciera gratis, yo tampoco tendría dinero.
Y, ¿sabes qué? Me gusta el dinero.
Me gusta comer.
Me gusta tener una casaa.
Lo que no me gusta es tener que explicarte por qué no voy a trabajar gratis para ti, ni para nadie.
¿O acaso tú quieres trabajar gratis para mí?
Sal a buscar un trabajo que te dé el dinero que necesitas para pagarme a mí, aprende lo que cuesta ganarlo y verás cómo empiezas a valorar trabajo y dinero como se merecen.
Por eso insisto e insistiré en que una página web que ofrezca productos, infoproductos o servicios debe especificar un rango de precios o un precio mínimo.
Hacerlo es mucho más que el primer filtro de entrada a tu mundo.
Es un signo de respeto, de respeto hacia ti mismo. De que no aceptas cualquier cosa, bajo cualquier condición.
Y también un reflejo de la calidad de lo que vas a hacer.
Por eso pido lo que pido por cada uno de mis cursos.
Es una promesa de que ese curso concreto va a aportarte valor por mucho más que el dinero que vale.
Y un filtro para todos aquellos que piden descuentos u ofrecen 500 por hacerles una web que les dé dinero.
Si quieres regatear, busca un mercadillo en el que les guste practicar ese deporte.
Yo vivo en un mundo en el que si quiero lo que ofreces y el precio me parece adecuado, lo pagaré.
Si creo que vale menos, no discutiré, simplemente no lo compraré.
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