Ayer me pasó algo tan increíble que igual te escribo este post sin erratas.
Una de esas cosas que te hacen recuperar la fe en el mundo, en el ser humano.
Hay esperanza, my friend.
Resulta que estaba yo trabajando, como todas las mañanas, cuando me sonó el teléfono.
Eso no sucede todas las mañanas.
¿Sabes por qué?
Porque intento limitar mis comunicaciones laborales y comerciales al email. El email es algo que lees cuando quieres, tardas poco y puedes contestar cuando te da la gana y programarlo para que parezca que estás contestando a una hora razonable.
Así clientes y proveedores no ven que les estás escribiendo a las 2 de la madrugada, mientras intentas calmar a tu hijo que tiene un terror nocturno.
El teléfono es el mal.
El teléfono es el infierno.
Una llamada es inmediata y no sabes cuánto va a durar. Cinco minutos, cinco segundos, cincuenta horas…
Por eso no hago consultorías ni respondo dudas telefónicas «de esas de solo 10 minutos». Y si lo hago, es porque te he cobrado un pastizal que me compensa el dolor de cabeza.
El caso es que me suena el teléfono con un número desconocido.
Las opciones suelen ser:
- SEUR tiene un LEGO tuyo y no estás en casa
- Tienes una cita en X sitio y hay algo que cambiar o confirmar
- Algo inesperado
No me preguntes cómo lo he hecho, pero ya casi no me llaman promociones indeseadas de telemarketing. Quizá sean los años y años de bloquear números de teléfono…
Escucha, que a esto iba.
Descuelgo el teléfono y una mujer de Zaragoza en su segunda mitad de la vida me dice que llama de parte de Movistar, mi compañía telefónica.
¿Que como sé que tenía esa edad y era de Zaragoza?
Podría decirte que es por el tono de voz y el acento, pero resulta que la madre de una amiga acaba de jubilarse de la central de atención al cliente de Zaragoza y nos ha resuelto varios problemas allí, por lo que hemos conocido (al menos de voz) a varias de sus compañeras.
Y sí, el acento es inconfundible.
La verdad es que no recuerdo qué trámite tenía que hacer, pero no se encendieron en mí todas esas alarmas de odio absoluto a las promociones que no necesito o a que me vendan otro producto que tampoco necesito.
Y mientras hablamos, la mujer dice, atento:
–Estoy viendo que tienes una tarifa muy antigua que te sale mal de precio. Ahora tenemos esto y esto que te supone casi un 20% de ahorro en la factura.
WHAT?!?!?!
¿Me ha llamado una compañía telefónica para ofrecerme un descuento por ser cliente?
Las compañías telefónicas solo se preocupan de hacer ofertas y descuentos a los nuevos clientes. Lo único que quieren es robar clientes a su competencia y ganarlos ellos, no retener a los que confían en sus servicios desde hace años.
Sale más rentable irte de una compañía a otra que estar muchos años en la misma.
O al menos antes era así.
Así que aquí estoy, con una tarifa más barata, enseñándote una de las lecciones sobre negocios y emprendimiento más importantes que vas a aprender en tu vida.
¿Sabes lo difícil que es vender a alguien que no te conoce?
¿Sabes lo difícil que es que tus clientes hayan confiado en ti?
Entonces, ¿por qué siempre premias a esos desconocidos que no te han dado ni los buenos días con ofertas y descuentos y no premias a los que ya han depositado en ti esa confianza?
Hacer una oferta del 20% a nuevos clientes, cuando tus clientes actuales han pagado el 100% del producto, es como darles una patada en sus partes.
Es decirles que ellos son un 20% más tontos que el resto.
Un Black Friday de turno es insultar a los que te compran el resto del año.
Cuando montes una web, cuando vendas algo por internet, ofrece valor extra o descuentos que solo vayan a disfrutar tus mejores clientes.
No el resto de gente que ni te ha comprado ni te comprará.
Por eso mis descuentos y mis bonus los reciben solo mis suscriptores y solo durante un tiempo muy reducido.
Y cuando el tiempo de comprar esos bonus pasa, los bonus ya no se vuelven a poner a la venta por ese precio. Como mínimo subirán de precio, para no faltar al respeto de los alumnos que ya los han adquirido.
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