En el colegio tuvimos una profesora de historia que hacía los exámenes más absurdos y fáciles del universo.
¿O eran de literatura?
¿Y no eran difíciles?
A ver, que me lío.
Los exámenes de esta mujer eran tan absurdos que la mitad de la clase los llevábamos preparados de casa.
¿Porque estudiabais?
No, porque los copiábamos como fotocopiadoras.
Si habíamos visto 7 temas ese trimestre, la mitad del examen sería desarrollar uno de esos 7 temas tal y como ella explicaba en clase.
No había interpretación posible, había que repetir como un papagayo.
Así que, los más listos de clase, escribíamos los 7 temas con antelación en hojas de examen y hacíamos el cambiazo correspondiente.
Y los más listos éramos la mitad de la clase.
O más.
Escucha, que no creo que esta mujer se chupase el dedo.
Sabía perfectamente que hacíamos eso. Nadie es tan ingenuo.
¿Por qué nos dejaba?
Porque escribiendo algo por ti mismo es como mejor se aprende. Está demostrado, cosas de psicólogos y conexiones neuronales mano-cerebro y esas cosas.
Así que en lugar de escribir el tema del examen, escribíamos TODOS los temas del trimestre.
¿Genialidad?
No, en realidad creo que se la sudaba que lo hiciéramos a un nivel que solo la docencia en este país puede conseguir.
Estaba harta de su trabajo y pasaba olímpicamente de nosotros.
La muestra fue que en un examen le dije que iba a abrir el libro para consultar una pregunta, me miró con cara de «¿y a mí qué me cuentas?» y yo saqué un sobresaliente.
Mira, sobre lo harto o no que estés de tu trabajo no puedo hablarte.
Eso lo sabes tú.
Pero sobre cómo copiar de forma inteligente lo que hacemos gente de éxito sí puedo hacerlo.
Porque si alguien ya ha conseguido ganar mucho dinero haciendo algo…
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