Se acercan unas elecciones maravillosas, en una época maravillosa, con unos contrincantes maravillosos.
Y el mundo parece dividirse en dos tipos de personas.
A ver cuál de ellas eres tú.
Por un lado están los que creen que su vida es una mierda porque gobierna Fulanito, porque no gobierna Menganito o porque los políticos son todos una sarta de ladrones, psicópatas y chupópteros.
Gente que sabe que si gobierna el PP le irá mejor.
Gente que sabe que si gobierna el PSOE le irá mejor.
Gente infantil que coge sus propios problemas, los empaqueta de color rojo, azul, verde, morado o color caca, y les pone una etiqueta muy mona que dice «dirigido al culpable de mis miserias».
Y por otro lado está la gente adulta.
Los que saben que, gobierne quien gobierne, les van a robar entre el 70 y el 80% del dinero que ingresan para poder financiar sus propios chiringuitos.
Saben que unos lo harán a costa de hacer que los ricos y los empresarios parezcan los malos. Y que otros lo harán a costa de decir lo mucho que los otros despilfarran lo que tienen.
Gente que sabe que, en realidad, da igual que gobierne Pedrito con su hemeroteca propia de mentiras, o que gobierne el otro (que ni sé cómo se llama), con la mochila que sea que lleve encima.
Porque su vida no va a cambiar por unos o por otros.
Porque su vida cambia por las decisiones que él toma y las cosas que él hace.
Porque da igual a quien votes, tú eres pobre o eres rico por lo que haces, lo que has hecho y lo que harás. No porque el tipo que calienta el sillón y se funde tu dinero lo haga mal o menos mal.
Así que, cuando las elecciones hayan pasado, gobierne la persona que se supone que va a defender tus intereses y tu vida siga siendo igual de mala, ¿a quién te tocará culpar?
Mejor será que hagas una jornada de reflexión ahora mismo, pienses en dónde quieres llegar, lo que necesitas hacer para conseguirlo y te pongas manos a la obra.
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¡Ah, sí!
Y vota a quien te salga de las pelotas, pero no esperes que eso suponga un cambio en tu vida.
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