Te voy a contar una historia muy buena.
De esas historias que seguro que te suenan y que tienen mucho que enseñarnos.
O no, lo que importa es la historia.
O istoria si quieres ya tu primera errata del correo.
Hace unos años hice un máster. No de esos de tenis, que me parece un deporte de lo más aburrido, sino de los que se pagan a doblón de oro de galeón español hundido en las costas de una isla paradisiaca.
El máster en sí fue bastante meh, pero conocí gente muy interesante.
Gente con puestos increíbles.
Gente desempleada.
Universitarios recién terminados.
Gente aburrida y con dinero de sobra.
Incluso al que era CEO de Google por aquel entonces aquí, en la península.
¿Sabes quién bebía más? ¿Quién estiraba cualquier sesión de trabajo hasta los gintonics de madrugada para llegar al día siguiente con olor a alcohol y ojos sanguinolentos al trabajo?
No eran los recién terminados de veintitantos.
Eran los padres y madres de familia que usaban el máster como excusa para poder salir de fiesta.
No te voy a engañar, no era mi mejor época y no me encanta eso de trasnochar. Lo que sí me gustaba por aquel entonces era beber.
Entre copa y copa, conocí a mi amigo Jaime. Mucho más que en el proyecto que llevábamos juntos.
Un tipo con un carisma especial, bonachón, labia, cuatro hijos y experiencia en veinte empresas distintas a sus espaldas. Historia trágica incluida, de esas que no se pueden reproducir por aquí, pero que le dan un trasfondo todavía más especial
Y una obsesión obsesivamente obsesiva por hacer un máster detrás de otro.
Ese que hizo conmigo era el cuarto o el quinto que llevaba. Que si un MBA, uno de ventas, otro de marketing, otro MBA pero modelo Executive…
Perdí el contacto con él unos años después, y veo ahora en su perfil que ha seguido haciendo formaciones intensivas una tras otra.
Es el tipo más académicamente sobrecualificado que conozco.
Y también es el tipo que ha estado dos años sin encontrar un solo trabajo, con muchas bocas que alimentar a su cargo y una situación económica que no le desearía ni a mi peor enemigo.
Salvo que te sirva de excusa, salvo que te lo pague tu empresa y te puedas escaquear del trabajo para formarte, no entiendo la formación por formación.
Aprender por aprender está muy bien como afición, pero no te va a llevar muy lejos.
Aprender sin aplicar sirve de todavía menos.
Por eso me arrepiento de haber gastado miles de euros en aquel máster y por eso no pago por ninguno más.
Si necesito aprender de ventas, pago a un experto por que me enseñe.
Si necesito aprender a persuadir con mis textos, pago a Isra… digooo a otro experto para que me enseñe.
Y si necesito aprender a diseñar una web BIEN, pues monto un curso para que otros puedan hacerlo.
Que yo ya vivo de eso.
Así que ya lo sabes: si quieres salir a beber, sal a beber. No pagues un máster para tener excusa y usa ese dineral para irte a un buen bar a beberte unos buenos cubatas.
O ahórratelo, que también es útil.
Si lo que quieres es aprender, entonces busca cursos de tipos que sean unos cracks de lo suyo.
Yo te cuento cada día cómo se vive bien de internet. ¿Dónde? En el newsletter que mando de forma diaria aquí:
Si quieres dejar tu comentario, apúntate:
El newsletter que leen empresarios, abogadas, amos de casa, ingenieros y fruteros por igual
Cada día un email para inspirarte, ¿a qué? A vivir mejor, ser mejor, ganar mejor