¿Alguna vez has tenido unas vacaciones infernales?
¿De esas que inspiran cuentos, sueños y relatos de terror en el que amigos y familia se rompen, dejan de hablarse y se odian entre ellos?
Bien, de estas vacaciones que voy a hablarte surgió un relato que titulé El Castillo de los Sueños. Uno de los más terroríficos que he escrito nunca.
Si hoy no tienes tiempo…
«Todo el mundo tiene un plan, hasta que te parten la cara».
Así que el único plan válido para unas vacaciones es este
Todo lo demás es secundario
Hace 8 años, con mi mujer embarazada de mi primera hija, nos fuimos de vacaciones a Irlanda con unos amigos.
En total éramos cinco: nosotros, Javi (uno de mis mejores amigos) y otra pareja. Y el plan era recorrer la isla, ver castillos, comer y beber. Aunque no precisamente en ese orden.
La pareja que vivía en Londres vino en moto y nosotros tres alquilamos un coche.
Hasta aquí pinta bien.
Teniendo en cuenta que nada más bajar del avión nos bebimos unas Guinness bien fresquitas y comimos hasta reventar, más que bien. (Sí, en aquella época todavía bebía alcohol, pero ahora hay unas Guinness 0,0 que no están nada mal).
Como el padre de Iñigo, el motero, tenía una agencia de viajes, los hoteles los había reservado él.
Y como buen motero nos trajo un plan de viaje ya hecho.
Aquí es donde las cosas se ponen interesantes.
Ese plan de viaje no era el típico plan de viaje de:
- Día 1: de A a B, dormir en X
- Día 2: de B a C, dormir en Y
- …
No, era un dossier de varias decenas de páginas, encuadernado con anillas, con la ruta exacta, mapas, lugares que visitar, lugares donde comer y… Casi tardaríamos más en leerlo todo que en los quince días de viaje que estuvimos por allí.
Nuestro objetivo de comer, ver lo que nos deparaba el destino y disfrutar del viaje chocó de lleno con un plan milimetrado en el que cada minuto que no encajaba, era un minuto de retraso que no podíamos permitirnos.
Al tercer día hubo un motín.
Las chicas querían dormir más, Javier y yo queríamos beber más y, para qué engañarnos, Iñigo también quería comer más.
Mira, los planes son muy útiles para hacerte una idea de cómo van a avanzar las películas, los viajes y los proyectos.
Pero, como decía Mike Tyson:
Todo el mundo tiene un plan, hasta que te parten la cara
El objetivo no es seguir el plan a rajatabla, porque el fin no es EL PLAN, es andar el camino, disfrutarlo y llegar al destino.
O no, o quedarte por en medio y buscar otro destino que te apetece más.
Muchos de tus compañeros me cuentan los planes que tienen para hacer tal o cual cosa, sus planes para ser mejores consigo mismos, para disfrutar más, para ganar más, para…
Pero cuando tengo sesiones de consultoría con ellos, la mayoría planes se quedan en el papel.
Como esas promesas de «ya quedaremos a tomar un café» en la que no concretas ni el día, ni la hora.
Si quieres tomar un café con esa persona, en el mismo instante en el que te cruzas con ella fijas un día y una hora para hacerlo. El primer hueco que tengas en el calendario.
Con tus planes y tus proyectos de vida es lo mismo.
Y con tus vacaciones, debería ser igual.
Empezando por planificar tus vacaciones de la única forma que deben planificarse.
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