Esta mañana he leído a Fran, de Emprendemelon, decir una cosa en su newsletter que me parece tan cierta y tan útil, que tengo que compartirla contigo.
Ya sabes que no suelo hacer promoción de nada que no consuma, así que yo, si fuera tú, iría corriendo a suscribirme a su newsletter.
El caso es que ha enviado un correo que dice lo siguiente:
¿Cuál fue el motivo principal que te llevó a emprender?
_ «¡El miedo!_
El miedo a dedicar los próximos años de mi vida a cumplir el sueño de otro.
_El miedo a no decidir qué hacer, a burocracias internas, a superiores incompetentes y con menos talento que yo.
Y por tanto la búsqueda de la libertad: de decisión, de horario, de agenda y de ubicación. De tratar a clientes, proveedores y trabajadores como yo quería.»
Mira, a todos los emprendedores de cierto éxito se les llena la boca hablando del éxito, de la libertad, del dinero, de cambiar el mundo y de toda una serie de mierdas Mr. Wonderfulianas que explican por qué son emprendedores y, además, unas personas con una moral superior a la tuya.
En realidad, los emprendedores somos unos inadaptados.
Como no encajamos en otro sitio, nos buscamos la plata por nuestra cuenta.
Es nuestra frustración la que nos empuja a emprender, no nuestra proactividad.
Escucha.
Yo puedo decirte exactamente el día que empecé a emprender.
Fue el 7 de mayo de 2014, aunque todavía no lo sabía. En realidad, no es que no supiera, es que estaba tan destrozado por dentro que no sabía ni quién era.
Cuando me recuperé de aquello, gracias al apoyo de mi mujer y mi terapeuta de aquel entonces, me di cuenta de algo muy, muy, muy poderoso.
Me daba un miedo terrible volver a una empresa como aquella.
Jefes que desprecian cada esfuerzo que haces, planificaciones que asumen que trabajas 12 horas, 7 días a la semana, 12 meses al año. Que lo haces lejos de tu casa, durmiendo en hoteles cada vez peores, y que encima les vas a dar las gracias.
Que no tienes sentimientos, emociones o vida más allá de las paredes de la empresa.
Si los tienes, ellos pueden pisotearlos y destrozarlos hasta que te los tragues o revientes y te vayas de allí.
Y todo por un sueldo de mierda.
Que sí, que sí, que el sueldo gordo, el que ves en el contrato, parece mucho. Pero cuando lo divides por esas más 12 horas, 7 días y 12 meses, cuando le restas los viajes perdidos, los planes cancelados y las aficiones muertas, te das cuenta de que estás pagando la hora mucho más cara a la persona que viene a limpiar a tu casa.
Y no tengo nada en contra de lo que le pago a Magdalena. Es el dinero mejor invertido del mundo, otro día te lo cuento.
Así que nunca, NUNCA, desprecies el poder que el miedo tiene en tu vida.
Yo ahora gano el doble de lo que ganaba en Accenture gracias al miedo atroz que me causa pensar en volver a una oficina.
Y sé que ganaré el doble de lo que gano ahora, por miedo a que no sea suficiente dinero para no tener que volver a esa oficina.
Por eso llevo dos meses trabajando como una mula para crear más y más webs que me den dinero.
De formas como las que te cuento día a día en mi newsletter:
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