¿Cuántas excusas de lo tuyo buscas en los demás?
Sí, ya sabes, eso de ver la paja en el ojo ajeno y pensar que la viga del tuyo es más ligera porque…, porque los demás también son humanos y la cagan.
Esto que voy a contarte viene del email que me envió un compañero tuyo el otro día y refleja muy bien un perfil de pensamiento que se extiende por ahí como una mala hierba.
Atento, porque tiene plot-twist al final.
Si hoy no tienes tiempo…
Deja de mirar lo que hacen los demás como una excusa para no hacerlo tú.
Sigue en pie la oferta de que me pidas lo que más necesites de cara a las siguientes formaciones.
Ya sabes: pedir es gratis
Te conté un día que una “compañera” de mi mujer hizo medicina con 40 años y Luis, con vista en los detalles, me preguntó lo siguiente:
Esta persona, después abandonó su trabajo y se puso a ejercer de médico a los 40, pasando por el MIR, y reenfocando su nueva carrera a pesar de tener la vida resuelta? O simplemente la estudió porque quería aprender pero no ejerce de médico?
Espero que pudieras responderme y esto no sea una cuenta de "solo enviar"
Le expliqué (porque no, esta no es una cuenta de «solo enviar»; puedes escribirme, voy a leerlo y si lo merece, recibirá una respuesta) que Carolina, que así se llama, entró con 37 años a hacer la residencia en el hospital de mi mujer y salió de allí ya para ejercer con 41.
Vamos, que no estudió por “placer”, sino que compaginó trabajo y estudios durante 3 ó 4 años y añadió 4 más como aprendiz antes de cambiar de vida.
Pero Luis me respondió.
Y aquí es donde viene el giro interesante de la historia.
Porque me respondió con el típico alivio de quien ha descubierto cómo se hace el truco de magia:
Vale, muchas gracias. De todas formas si trabajaba y entró a hacer la residencia con 37, estamos hablando de haber decidido que quería ser médico y haberse puesto a estudiar sobre los 30 e ir sacándose la carrera… tampoco son los 40.
Con «ir sacándose» es como Luis rebaja la intensidad del cambio del que hablamos. Es algo que «vas sacándote», con calma, sin presión.
Descarta la posibilidad de que entrase a estudiar medicina con 33, sacase todo a la máxima velocidad posible y con 37 dejase su empresa y todo su mundo laboral para convertirse en aprendiz mileurista durante cuatro años. Porque 37 tampoco son los 40.
Que podría haberle contado la historia de una compañera de residencia de mi mujer, que terminó la carrera de medicina con 41 (súmale los 4 años de residencia y tienes que empezó a ejercer con 45, dieciséis años más tarde de lo normal) o la de otros tantos como ellas que hay por ahí.
Además, según me cuenta, está en una situación similar, pero solo tendría que estudiar un año. Su problema es dejar una posición cómoda y bien pagada.
La pregunta es:
¿Qué más da lo que hiciera Carolina? ¿Qué más da que empezase medicina con 30, 33 o 43?
¿Qué más da lo que haga nadie a tu alrededor?
Si te lo cuento es porque los ejercicios abstractos de imaginar futuros posibles son una forma muy ineficiente de transmitir ideas.
La gente quiere historias, lo más reales posibles, que les sirvan de inspiración y motor de cambio. No como excusa.
Lo único que te importa es qué vas a hacer tú con tu vida.
Mirar la historia de Carolina y pensar «ah, pero ella…» es solo una forma de tender un puente en esa disonancia cognitiva que se te despierta al ver que otros han hecho lo que tú no te atreves a hacer.
De darle una explicación a por qué ellos pueden y tú no.
De asumir que tú no puedes.
Y quedarte cómodo (e insatisfecho) en esa situación de la que «está claro que no puedes salir».
Amigo lector, querido Luis, solo tengo una cosa que responder a eso:
Mira dentro de ti, busca lo que quieres conseguir y ponte a ello.
Te da igual quién lo consiguió, quién no o quién ni siquiera lo intentó.
Lo único que te importa es ponerte a trabajar y avanzar en la dirección que quieras hacerlo. Porque la única competición que tienes que ganar es contra ti mismo.
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