Tú, ¿por qué haces lo que haces?
Piénsalo, en serio, no me des la primera respuesta que se te pase por la cabeza.
En el fondo, debajo de todas las capas de la cebolla que construimos a nuestro alrededor para protegernos (u ocultar) lo que somos de verdad, hay un motor.
¿Cuál es el tuyo?
Quizá pienses en el dinero, en el éxito o en algún otro concepto abstracto o material.
Deséchalo y sigue profundizando.
Detrás del dinero, de la fama, del éxito, hay deseos que necesitas satisfacer.
Habrá quien lo haga por ser mejor que los demás y sentirse más valioso.
Otros lo harán por pisar al de al lado, porque nadie puede destacar por encima (y en vez de trepar, prefieres aplastar).
Otros porque les excita el reconocimiento externo.
Otros porque quieren justo lo contrario: pasar desapercibidos.
Otros…
Saber cuál es tu por qué, te ayuda a enfocarte mucho más en el qué y el cómo.
Está claro que si buscas pasar desapercibido, no vas a abrir un canal de YouTube, ni a ser presentadoor de la televisión.
Y si lo eres, seguramente sientas una ansiedad constante y aplastante.
Si buscas lo contrario, seguramente no te recluyas en tu casa sin contacto humano. POorque volveremos al punto de partida.
El otro día escribí un email en esta lista tratando un tema j0dido: el suicidi0.
Y unos cuantos de tus compañeros hicieron justo lo que sugería: escribirme para desahogarse.
Uno de ellos, viejo conocido ya, escribió lo siguiente:
IMAGEN
Del que destaco este fragmento:
«Será muchas cosas, pero escribes claro y directo, sin tapujos. No escondes nada. Las personas queremos AUTENTICIDAD, no dobleces. Nos gustará o no nos gustará. Pero saben lo que hay, sin trampa ni cartón.»
Si hay algo que me ha traído problemas desde que soy pequeño, es precisamente eso: buscar que los demás entiendan que, detrás de lo que digo o hago, no hay un personaje.
Que lo que ves es lo que hay, te guste o no.
Que no digo una cosa distinta a la que hago, que no hay hipocresía, ni soberbia, ni tampoco falsa humildad.
Aunque a veces haya flaquezas y me traicione a mí mismo.
Eso hace que este mensaje que leas cada día no sea para todo el mundo.
Porque, como bien dicen varios gurús de esto de la marca personal: la gente no quiere aprender, quiere entretenimiento.
Alimentar esa ceguera voluntaria ante la vida, lo único que hace es agrandar el problema y engordar sus bolsillos (los de los gurús).
Conseguir más borregos que sigan a pies juntillas caminos, cursos y métodos probados (que luego no funcionan en más de un 10-15% de los casos de aquellos cuya personalidad y forma de ser coincide con la del formador y, además, tienen una suerte parecida), no consigue crear mejores personas.
Solo réplicas frustradas porque noo ven los mismos resultados que su Llados de referencia.
Y cuando tienes borregos, terminas teniendo un único pastor, media docena de perros con poder y te conviertes en alguien vulnerable a sus influencias, sin capacidad de tomar decisiones sobre su destino y, sobre todo, expuesto a cualquier lobo que se te presente.
Mis emails, mis vídeos en YouTube, mis cursos, mis mentorías…, todos tienen un único objetivo: hacer que te plantees las preguntas adecuadas y que, sobre todo, quieras encontrarles la respuesta.
¿Por qué?
Por dos motivos. El primero, es que me excita a niveles estratosféricos que la gente conecte con mi onda de pensamiento y me entienda.
El segundo, es que estoy harto de tener conversaciones de borregos con personas aborregadas que lo único que quieren es volver al redil con su amo.
Busco personas conscientes que se quiten la piel de borrego y piensen por sí mismas.
Por eso tardo meses en preparar mis cursos.
Porque busco que abran mentes, den herramientas y te permitan construir tu propia solución con ellas.
No que parezcan guíaburros para tontos, sin posibilidad de innovación o mejora.
Porque no quiero que alguien termine y piense «otro curso más, de otro falso gurú más».
Porque en todo lo que hago pongo lo mejor que sé.
Y soy demasiado exigente conmigo mismo.
Más cuando este curso que estoy terminando es para mi mujer, a la que solo quiero dar lo mejor de lo mejor:
Marca personal y newsletter: el combo definitivo
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