El otro día leí algo sobre uno de mis ídolos de cuando era niño.
No un futbolista.
No un científico.
No un cantante.
No un político (en serio hay niños que adoren ya a esa gente¿?).
No.
Y ni siquiera conocía su nombre por aquel entonces, porque ni siquiera sabía que era una persona.
Pero yo me pasaba horas y horas adorándolo y matando demonios.
Porque John Carmack es, entre otras cosas, el programador original del videojuego de Doom y todo lo que vino después (y antes).
Te podría hablar durante horas sobre por qué el Doom es el mejor videojuego de la historia, pero voy a ahorrarte el sufrimiento y voy a ir al grano.
A una lección de vida brutal de esta de las que no se deberían publicar gratis en un post.
Allá voy.
El caso es que en la entrevista preguntan a John Carmack por algo esencial.
Ya que él es un programador épico, mítico, adorado y respetable, el entrevistador quiere saber qué herramientas utiliza para trabajar. Marcas, modelos y características de su pantalla, su teclado y su ratón.
John Carmack, como buen hombre superior a la media, se queda pensativo unos segundos, para dar la mejor respuesta que el ser humano puede ofrecer, y dice:
«Estooo… pues no lo sé».
¿Ves por qué es esto una lección de vida tan espectacularmente valiosa?
¿No?
Espera, que te la digo yo por si acaso:
Los juguetes son para niños.
El CMS de turno, la plantilla esa tan guay que tiene colorines configurables y la herramienta de gestión de enlaces.
O el teclado y el ratón que usas.
Solo los niños se distraen con esas cosas.
Los adultos, los que cortan el bacalao del mundo, no necesitan jugar para ganar dinero.
Van al grano y hacen lo que tienen que hacer con las herramientas que tengan a su alcance.
Las que sean, porque las herramientas no son lo importante, sino el conocimiento que van a aplicar con ellas.
Por eso te explico cada mañana cosas como las que otros te cuentan por 100€ a la semana.
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