Hoy te voy a enseñar una lección brutal sobre cómo cualquier cosa que hagas hoy por ti, supondrá un valor impresionante en un futuro cercano.
Un valor brutal como persona, que no todo es dinero.
Pero si lo que quieres es dinero, te aseguro que haciéndolo vas a encontrar tanto que te reirás de ti mismo dentro de unos años.
Y no te la voy a enseñar yo, sino uno de mis amigos del colegio.
Si esta historia no te hace levantar el culo y ponerte a hacer algo para mejorar tu vida, no sé qué lo hará.
Y ya que hablamos de culos, escribo esto sentado en mi escritorio.
Pero no en el escritorio de mi despacho, el que tiene cuatro supercoches de LEGO encima de los monitores y más de 20 000€ en juguetes de plástico a sus espaldas.
No, lo escribo sentado desde el que fue mi escritorio durante 19 años.
Lo escribo desde la casa de mis padres, a las 6 de la mañana, antes de coger el coche y terminar el viaje relámpago de 900km en 24 horas para recoger un regalo de Reyes para mi hija.
¡Ay! Los Reyes Magos, qué majos son y cuánto se cansan.
Escucha.
Anoche me reencontré con amigos a los que no veo y con los que no hablo desde hace años.
Desde Navidades de 2019, nada menos.
Les conté cómo ha cambiado mi vida en este tiempo, cómo he ido formando un camino de la nada y descubriendo ideas que me han traído satisfacción y crecimiento.
Cómo he convertido aficiones y pasiones en negocios.
Y cómo esos negocios me han llevado a montar mi propia empresa.
Empresa de la que te hablaré en unos días, cuando firme con el notario.
Les conté que en cuanto compré mi primer LEGO, en agosto de 2020 y para sobrevivir al aislamiento impuesto por el COVID, lo primero que pensé fue lo siguiente:
«¿Cómo puedo hacer para que los LEGO en lugar de costarme dinero me lo traigan a casa?»
Hicieron chistes, nos reímos.
Uno de ellos me dijo a finales del año 2010 que quería dejar su curro y hacer algo por su cuenta.
Llevaba trabajando allí ya varios años y estaba frustrado.
Y de eso hace 12 años.
Cuando le pregunté por su vida, por cómo estaba y qué tal le iba todo…
Me miró con una sonrisa en los labios y los ojos más tristes que he visto en mucho tiempo.
Una tristeza profunda, de esas que te carcomen por dentro.
Y me dijo que seguía como siempre.
Llevaba haciendo lo mismo que ya le aburría hacía 12 años, con esa misma frustración comiéndoselo por dentro, y cada vez se le hacía más bola ir al trabajo.
Pero no cambiaba.
Ni va a cambiar.
Cuando le conté que ganaba mucho dinero enviando un email al día a gente que quería leer mis historias y mis consejos…
Me dijo que eso era spam.
Cuando le dije que hay gente ahí fuera haciendo más dinero que yo por enseñarte a hacer cosas tan peregrinas como cortar jamón, vender por teléfono o enviarte juegos de lógica cada mes…
Me dijo que eso era suerte.
Y a sus 20 años en el mismo trabajo que asesina sus capacidades, ambiciones y se come más de la mitad de su vida sin aportarle nada.
Los llama mala suerte.
Presta atención.
Por cada habilidad, afición, pasión o conocimiento que tienes, hay miles de personas ahí fuera la comparten.
Algunos ya sabrán más que tú.
Pero la mayoría pagarían su dinero por que tú les ahorres el tiempo que tardarían en desarrollarla.
¿Por qué te crees que mi academia para enseñar a usar un software para escritores genera tantísimo dinero?
Porque la gente no quiere leerse el manual, probar y aprender por su cuenta.
Quiere que se lo pongas fácil.
Y por eso te escribo todos los días un email
Te apuntas aquí:
Ahí te enseño cómo sacar ideas hasta de debajo de las piedras.
Y cuál es el camino que hay que seguir para llevarlas a cabo.
Para que no estés 20 años odiándote a ti mismo por hacer algo que aborreces y veas que puedes construir algo que te gusta y que, además, te dé dinero.
Para no ser tú el que se tiene esa mirada triste cuando los colegas te cuentan cómo han evolucionado.
Y para sorprenderte a ti mismo sabiendo las cosas que puedes llegar a hacer.
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