Hay hombres que son pequeños, hombres pequeños que son grandes y luego está Napoleón.
Aquí en España lo conocemos bien, porque tuvo la habilidad de meter un ejército y poner un rey con tan solo pedirlo.
—No, que solo voy a pasar hacia Portugal, no os preocupéis —dijo mientras pensaba. «y ya que me dejáis entrar, pues me quedo».
El caso es que ese hombre marcó tendencia. No con las invasiones, sino con algunas otras cosas. Entre ellas, una técnica que te recomiendo utilizar.
Cuentan que recibía tal cantidad de correo, de solicitudes, de peticiones de ayuda, de problemas que solo él podía resolver, que hizo algo sorprendente.
En lugar de poner a un pelotón de trabajadores a leerlas, clasificarlas y a construir sistemas complejos de categorización y evaluación de prioridades, Napoleón ordenó que dejasen sin abrir todas las cartas al menos tres semanas.
¿Qué pasó después?
Que Napoleón se encontró con que la mayoría de los problemas se habían resuelto por sí mismos.
Es lo mismo que pasa con los niños.
La mitad de las veces saben y pueden hacer todo lo que te piden, pero aprenden que es más rápido, eficiente, efectivo y fácil pedírselo a papá y no encargarse del problema.
Cuando les das espacio y aplicas la técnica Bonaparte, te encuentras muchas veces con que el problema se resuelve.
Y no solo puedes aplicar esa técnica en tu casa, también la puedes aplicar en el trabajo.
Sobre todo si el problema en cuestión te llega un viernes por la tarde, justo antes de que cierres el ordenador para descansar el fin de semana.
O cuando alguien decide enviarte siete emails seguidos un sábado, porque ha olvidado su contraseña o no consigue acceder al contenido que compró hace seis meses en tu academia.
«¿Me estás diciendo que no responda ningún correo cuando llegue?»
Te estoy diciendo, amigo entrecomillado, que hagas lo que quieras.
Pero debes ser capaz de priorizar y decidir qué es importante y qué no lo es.
Por culpa del móvil vivimos en un estado constante de inmediatez. Te escribo y me respondes y si no lo haces me cabreo porque no me respetas.
Por eso aplicaciones como Whatsapp o Telegram deberían estar prohibidas en el entorno laboral.
O tener un bloqueo fuera de las horas que tú decidas que son laborables.
Yo te mando este correo a las 6:25 de la mañana, porque es la hora a la que me viene bien enviártelo.
Tú puedes leerlo a las 6:26, a las 7, al día siguiente o no leerlo.
Lo difícil, amigo mio, es aplicar esa misma norma al resto de tu vida.
Aprender a decir que no, a que otros se encarguen de sus propios problemas y a decidir lo que es urgente para ti y lo que no.
No a ser el resuelveproblemas de tu entorno.
No a trabajar el doble del tiempo que te pagan.
No a tu disponibilidad festivos y fines de semana.
No a un trabajo que no te llena la vida, pero te la absorbe.
Cuando decides decir que no y aplicas la técnica Bonaparte a las cosas que te frustran, verás que la vida sigue sin que pase nada.
Y resulta que aparecen cosas nuevas.
Como por ejemplo una afición que profesionalizar, como nos contaba Mónica el otro día.
Así que, si pudieras, ¿cuál sería esa afición que te gustaría convertir en tu medio de vida?
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