Hace 20 años quedé con una chica.
Sé que lo he dicho varias veces, pero no si te lo he dicho a ti en concreto, así que te lo cuento: de joven era un pagafantas de manual.
Tenía más amigas que nadie y todas me querían como a un hermano.
Procésalo, te dejo unos segundos.
Qué tiempos aquellos.
El caso es que hace ya 20 años me busqué una serie de casualidades que hicieron que conociera a una chica y decidiera hacer algo diferente.
O que ella decidiera que yo de amigo tururú.
Esa chica me hizo pasar a recogerla por su casa en una época en la que yo iba en bici a todas partes, porque ni siquiera tenía edad para coger un coche.
Llamé al timbre de su casa y ella me dijo que no estaba lista, que subiera.
¿Sabéis qué me encontré en aquella casa cuando me abrieron la puerta?
No, esto no va de desnudos ni sexo adolescente.
Mira que tienes la mente…
Escucha.
Allí estaba toda su familia.
Pero no sus padres y su hermano, no.
Sus tíos, sus primos, sus abuelos… TODA su familia.
Una persona cuerda hubiera dado media vuelta y hubiera salido corriendo.
¿Sabes lo que hice yo?
Pues saludar, hombre, saludar.
Saludé a todo el mundo, pasé por delante de 20 caras que me estudiaban como si fuese un alienígena recién aterrizado en la Tierra, y me fui donde me dijeron que tenía que ir.
Ella se rió de mí, como quien se acuerda de un detalle sin importancia que había olvidado, y siguió como si no pasase nada.
¿Nada?
Casi sin conocerla acababa de meterme en una comida familiar.
Viéndolo en retrospectiva, me hizo algo peor tres meses después.
El caso es que yo estaba decidido a hacer las cosas de otra manera y esa chica era, en realidad, muy distinta a las demás.
Así que mi motivación y la suya empujaron aquel inicio accidentado (literalmente: me estalló el cambio del plato de la bici aquel mismo día, en medio de una carretera) y lo llevaron lejos.
¿Cuánto de lejos?
Pues hace 20 años que empezamos a salir juntos y aquí estamos un poco más mayores, con dos hijos, una hipoteca, dos ardillas chilenas, cinco gupis, cinco neones y un ancistrus.
Que por si no sabes qué son, son peces.
Mira, suelo ocultar las fechas de mi cumpleaños o los de mi familia, pero lo que te digo hoy es verdad.
Hace 20 años que decidí hacer las cosas distintas y hoy estoy casado con ella, con dos hijos y una vida entera a nuestro alrededor.
Si pretendes que algo en tu vida cambie, si no estás contento con el resultado que obtienes, deja de hacer lo mismo una y otra vez.
Tardo años en darme cuenta (cada vez menos) pero cuando lo hago giro el timón de mi vida y las cosas mejoran.
La segunda vez que hice algo tan drástico como lo de hace 20 años, fue hace 8 al dejar mi trabajo para montar páginas web de afiliación.
Si no hubiera sido por mi mujer, no lo hubiera hecho, porque el salto dio un miedo que no te imaginas.
O sí, eso lo sabes tú.
Y la tercera vez ha sido este año.
Cada día te mando una historia que encierra una lección importante para que crezcas como persona y profesional.
Podría decirte que son lecciones de SEO, de copy, de diseño web, de mentalidad, de ventas, de… Y no te estaría diciendo nada.
Este newsletter que envío es para hacerse cada vez más grande
Y en breve te contaré por qué este año las cosas van a cambiar tanto y te van a dejar con la boca abierta…
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