Hay algo que me quita el sueño.
Una tontería tan ridícula que, cuando termines este correo, o te ríes de mí o te quita el sueño a ti también.
Sinceramente espero que sea lo primero. No quiero que me acuses de robarte tus horas de descanso.
Hace un par de días hicimos una barbacoa improvisada en casa de mi amigo el italiano.
Digo improvisada, porque no esperaba tener barbacoa ese día, no porque fuera algo frugal. Estuvimos 9 adultos y 8 niños, con aperitivos, carne, pan y bebida como para 25.
Un grupo muy ecléctico de hombres y mujeres que, si lo miras desde fuera, no tienen muchas cosas en común.
El caso es que Mr. Italian Guy, mi colega, es tan aficionado a los LEGO como yo. De hecho, tiene la culpa de que yo cayera en las garras de esta afición tan poco barata hace ya unos años.
La diferencia es que él compra más LEGO y monta mucho menos, así que tiene más cajas sin abrir que sets montados.
Pero los que tiene montados, loos expone con orgullo.
Dedicamos mucho tiempo, esfuerzo y dinero para que nuestras colecciones luzcan imponentes en nuestros despachos.
Hace unos meses le enseñé una empresa italiana que hace unos cuadros para exponer coches de LEGO (coches grandes, de más de 60 centímetros de largo) colgados de la pared.
Una idea muy chula que solo tiene un pequeño problema: te gastas casi tanto en el cuadro de metacrilato tintado como en el coche de LEGO.
Y los coches grandes de LEGO ya te digo yo que no son baratos.
Así que Mr. IT decidió construírselos él mismo.
Sin metacrilato.
Sin el logo de la marca del coche impreso.
Sin sistemas de LEGO especiales para sujetar el coche.
Dos tablas de MDF, dos botes de pintura en spray y un par de tornillos extra.
Cuando me contó su idea, me pareció que iba a perder el tiempo. ¿Cómo iba a conseguir el mismo resultado de esas piezas tan chulas con menos de 20€ de materiales?
Y eso que yo tengo construidos unos expositores de madera y metacrilato que podrían costarte cerca de 200€ cada uno hechos en tienda.
Así que en medio de la barbacoa, me acordé de los cuadros y le pedí que me los enseñara.
Se sumaron 3 más para ver la colección de Mr. IT y bajamos todos juntos en amor y compañía a ver unos LEGO.
Como debe ser.
Supongo que después de tantas horas comiendo y bebiendo, querían mover un poco el esqueleto.
Al llegar abajo, el resto comentaron lo chulos que estaban esos coches colgados de la pared. Lo bien que quedaban, el espacio que ahorraba, lo bien que se veían los detalles, cómo resaltaban sobre la madera de color…
Porque llaman la atención. MUCHO, además.
Yo con mi ojo crítico, entrenado ya en las pijadas que se pueden comprar para los LEGO, hice una lista de mejoras posibles, lo comparé con las soluciones premium que hay disponibles en el mercado y… Bueno, hice lo que hace un desarrollador web al que le piden que evalúe un proyecto.
¿Sabes lo que concluí?
Que no merece la pena gastarse 100€ en un cuadro personalizado de metacrilato con los logos del coche impresos y un degradado ligero en la pintura, cuando por 20€ puedes hacer algo que consigue el mismo impacto en tus usuarios.
Nuestros amigos vieron todo el valor de ese expositor premium, por un precio ridículo.
El valor de lo que hizo Mr. IT es infinitamente superior a su precio.
ESO es lo que me quita el sueño.
La dicotomía valor-precio.
El cómo hay productos, webs y servicios que te hacen sentir que estás obteniendo un gran valor y, cuando lo consiguen, pueden pedirte lo que quieran.
Y el cómo hay gente que tira el dinero por la ventana esperando recibir valor y lo que se encuentra es un mojón como una catedral.
El valor no determina el precio.
El precio no determina el valor.
Gastarte 200€ en un expositor customizado no implica que gastarte 20€ en una réplica no vaya a ofrecerte el mismo valor.
Pagar 1.000€ a un implementador web sin una buena estrategia detrás tampoco va a aportarte todo el valor que necesitas.
El valor que aportan los emails que envío cada día a mis suscriptres tampoco es moco de pavo.
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