No termino de cogerle el gusto a esto de estar tumbado en la playa.
Aunque para escribirte un correo como este, sí que vienen bien.
Al menos mientras mis pequeñas fieras comen un poco de sandía y me dejan respirar. Luego tocará volver al ruedo.
A lo que iba.
Hace unas semanas estuve en una barbacoa en casa de unos amigos. Varias familias juntas, con un montón de niños de distintas edades.
Sabes dónde estaban las conversaciones más interesantes, ¿verdad?
Exacto, con los niños.
Mientras los adultos hablábamos sobre la miseria que pagan las sociedades médicas a los profesionales (dentistas, médicos, fisioterapeutas…), escuchamos de fondo a un chaval de 9 años gritar:
—¡La vida es fácil, la vida es tumbarse!
Mira, te puedo decir que nos reímos todos, pero creo que ninguno lo entendió.
Yo he tardado semanas en hacerlo.
Y lo hago tumbado en una toalla, en la playa.
Tumbado y con el cerebro en modo ahorro de energía.
No tumbado y dando vueltas a este proyecto o a este cliente.
Tumbado de verdad, como estaba aquel chaval en una hamaca el otro día.
En algún momento habrá que levantarse y volver a dar cariño a páginas webs y clientes (bueno, cliente, en singular), pero ahora mismo lo único que importa es estar tumbado.
Esto es la verdadera riqueza.
Ahora solo falta escalar todavía más lo que te cuento cada día en el newsletter y conseguir que el dinero entre tan rápido que yo pueda estar tumbado en la playa 15 días cada mes, no cada año.
Ya me entiendes, que pueda estar tumbado.
No planeo estar tocándome las narices todos los días de mi vida, ni aunque el dinero que llegue de mis webs sea tan obsceno que me tenga que quitarle ceros para poder contárselo a mis amigos.
Para poder estar tumbado ganando dinero
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