Ayer me pasó algo curioso.
No es la primera vez que me pasa, pero fue una de esas veces que te sorprendes, porque no te lo esperas.
El caso es que Lucía, una suscriptora, me escribió preguntando por un montón de cosas del Curso de diseño web BIEN.
Cosas que, justo en el módulo 1, explico por qué son lo último que hay que definir.
Por qué no debes darles importancia.
Y a cuáles debes dársela en su lugar.
Lucía insiste.
Habla del diseño, los colores, los fundidos, las páginas estroboscópicas con diseños estrambóticos…
Me manda ejemplos de páginas que le gustan, páginas a las que quiere parecerse…
Y me pregunta si en el curso le voy a enseñar técnicas gráficas avanzadas para combinar siete colores y que cada párrafo vaya envuelto o rodeado por uno de ellos.
Lo que no me dice en ningún momento es de qué va a ir la web.
Para qué la quiere.
Viendo que lo que ella busca y lo que este curso te ofrece están tan alejados, decido atajar por la calle del medio.
Así que no le digo que en el módulo 1 te explico qué es lo verdaderamente importante en una página web (spoiler: no es el aspecto estético).
Para enseñarte a definir el propósito que convertirá tu web en un éxito en el módulo 2.
Y usando ese propósito, en el módulo 3 te explico qué tipo de web tienes que construir según lo que hayas escogido.
Tampoco le cuento que en los módulos 4, 5 y 6 te cuento cómo los usuarios interactúan con tu web, cómo puedes captar su atención y cómo llegar hasta ellos.
Ni le explico que en el resto de módulos (del 7 al 12) despedazo cada elemento de una página web para enseñarte cómo puedes utilizarlos a tu favor.
Mucho menos le hablo de los 12 vídeos en los que te enseño, paso a paso, cómo hacer todo esto, creando una web de verdad.
Simplemente le digo por encima que ese curso no es lo que ella necesita.
Que ella busca un curso de expresión gráfica y le sugiero que, dado el nivel de detalle y personalización al que quiere llegar, quizá le interese buscar a un diseñador gráfico que le ayude.
Envío el email y doy el tema por zanjado.
Lucía no volverá a contestar y, si lo hace, no será una respuesta agradable.
Mi sorpresa llega unas horas después, cuando Lucía, en efecto, me responde.
Sin sarcasmo, sin agresividad, sin un escueto «ok», ni un «yo esperaba que…».
Lo que me dice es que agradece mi respuesta y mi honestidad…
…y que necesitará su curso igualmente para su siguiente proyecto.
Que para el que tiene ahora entre manos verá si puede simplificarlo o decide ir a por un profesional que se lo haga todo.
Así que he juzgado mal a Lucía.
Creía que sus peticiones reflejaban una desconexión total con el camino hacia el éxito.
Que solo pensaba en lo que ella quería, en cómo lo quería, y no en lo que sus usuarios de verdad iban a necesitar.
Y resulta que, al revisar la página de venta del curso y ver el temario, ha decidido que, quizá, hay cosas más fáciles e importantes de realizar que esas páginas estrambóticas y estroboscópicas.
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