Lo del chándal ha traído cola.
Gente que, como mis hijos, se queda con el detalle que les hace gracia (o les cabrea) y se olvidan del resto.
O con mucha bilis en el cuerpo y ganas de mambo, que eso también nos viene bien.
Josefa me escribía el otro día, respondiendo al post en el que te decía que hay madres del colegio que se mofan de mí por ir en chandal, diciendo que para algo existen los códigos de vestimenta.
Como si eso lo explicase todo.
A ver, haber, aver, a ber, haver…
Que no he dicho que vaya a bodas, bautizos y comuniones en chándal. Aunque oye, tampoco habría que censurarlo. Que lo de ir disfrazado a las fiestas es opcional.
Pero es que ni siquiera me refiero a eso, a ir en chándal por la vida.
Me refiero a ir como te de la gana por la vida, sin tener la obligación de justificar por qué llevas calzoncillos rosas, calcetines de Rick y Morty y la camiseta del último concierto al que fuistee con tus colegas.
Digo por decir, ¿eh? Ni que llevase justo esa combinación de ropa ahora mismo.
¿Que en cierta reunión social sería una falta de respeto ir así?
Podríamos discutir un poco eso de faltar al respeto por llevar una ropa «no adecuada», pero ni siquiera merece la pena. Te lo concedo, por respeto y por aprecio a tus amigos y familia, no irás en chándal a una boda.
O porque te sientes más guapo, yo qué sé.
Josefa también me ponía una captura de un tuit de alguien que decía algo así «cómo visten según el dinero que tengan (pobres, ricos, muchimillonarios)» y una foto con gente vestida de Gucci, chándal y al final un Marcos Montaña de Azúcar desaliñado a más no poder.
¿No sabes quién es Marcos Montaña de Azúcar?
¿Y si te digo que Montaña de Azúcar se dice Zuckerberg en alemán?
Mark Zuckerberg me viene al pelo para otro tema relacionado con la ropa. Él, en un intento de emular a Steve Jobs (o eso recuerdo haber leído) tiene un armario con el mismo tipo de ropa, para no tener que pensar por las mañanas.
Ya sabes, ese jersey negro de cuello vuelto, unos Levis y unas deportivas.
Mira, hace varios años decidí donar la mitad de mi armario y quedarme con lo esencial.
Porque hay algo en la filosofía de esos dos tipos que me gusta mucho: simplifica al máximo las decisiones absurdas y triviales de tu vida.
No tener que pensar en la ropa que me pongo me facilita las mañanas y me hace muy feliz. Lo único que decido es: pantalón claro, camiseta oscura, pantalón oscuro, camiseta clara.
El resto, ni me preocupo.
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