Hablemos de dinero.
Todas las personas con las que te rodeas llevan una mochila.
Es su mochila personal, donde meten todas esas piedras que les cargan los hombros, les agrian el humor y les hacen soltarte un corte cuando les dices «buenos días».
O son las que consiguen que luzcan siempre una sonrisa, para que no veas la tristeza que hay detrás.
O las que te arrancan a ti una sonrisa cada mañana.
Te ceden su asiento o te dejan pasar en un atasco.
Lo hablaba ayer con Salima, psicóloga y experta en neuromarketing.
Con esto del internete nos quedamos en la información que vemos, sin pensar en que el comportamiento de alguien arrastra mucho más detrás de una simple pregunta.
Lo que pasa es que hay preguntas trampa que no tienen nada bueno detrás.
Como la de esta mañana:
«Y tú cuánto ganas»
Tal cuál.
Correcta, con sus tildes bien puestas.
Directa, como a mí me gustan, aunque rozando una agresividad casi maleducada con esa forma afirmativa y sin saludos, ni despedidas.
Escucha, Alexander, que el problema no es mi respuesta.
Es por qué haces esa pregunta.
1.
Una opción sería que necesites aferrarte a una cifra para evaluar si lo que digo es una chorrada o son consejos a tener en cuenta.
Así que ya te voy diciendo que mi respuesta debería darte igual.
Coge mis consejos y los de cualquier otra persona con pinzas, asume que son mentira y pruébalos todos con cuidado antes de darlos por ciertos.
Aunque te enseñe ejemplos reales de páginas y clientes que lo han petado con esos consejos.
Solo tu experiencia práctica en el terreno te puede enseñar a hacer las cosas de una u otra forma.
Que yo gane cien, mil o cien mil no debería hacer que mis opiniones tengan más o menos peso.
2.
La siguiente opción sería que tengas el cuchillo del hate ahí preparado para lanzarlo e intentar hacer ruido y daño.
Y en este caso da igual lo que te conteste, que ese cuchillo va a salir disparado hacia delante haga lo que haga.
Si es este caso, por favor no te cortes.
Disfruto mucho viendo cómo se abre de par en par la mochila que te empuja a odiar a extraños que percibes como una amenaza en internet.
3.
Y la tercera opción es, quizá, mi favorita.
Al estilo de dos adolescentes pubertos que comparan el tamaño de…
De sus bigotes incipientes.
De su acné.
O de su polla.
No sabes si tu mochila es grande o pequeña, si tu éxito es grande o pequeño, y necesitas compararlo con el de otro.
Y eso es una tontería soberana.
Tu éxito es tuyo y solo tú defines sus límites.
La mitad de la gente que conozco y con la que me rodeo gana más dinero que yo.
¿De verdad tengo que sentirme intimidado o menospreciado porque los de al lado hayan logrado más billetes que yo?
¿O liberado porque decidí tener una vida más libre y con menos billetes?
¿O increíblemente satisfecho de ver que con tanta libertad me acerco tanto al dinero que ganan esos empresarios y directivos tan extitosos?
Da igual.
El motor de ganar más o menos lo llevas tú dentro y solo debe responder ante tus necesidades y tus decisiones.
No ante lo que dicta un tipo que te manda un email todos los días.
Así que escucha.
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