Ayer Miguel se dio de baja de la newsletter.
No es que darse de baja sea un delito ni raro de ver.
Pero Miguel quiso explicarme por qué se iba.
Y se lo agradezco.
Aunque fuera para llamarme gilipollas, saber que mis correos te han marcado tanto como para compartirlo conmigo, es un detalle.
Y no, Miguel fue muy educado y no me insultó:
Como no tengo tiempo de leer un correo tuyo cada día, porque para mi no es una prioridad, cuando he tenido tiempo hoy, que estoy de vacaciones (realmente paternidad), para leer varios correos tuyos juntos, he sentido que no recibo ninguna información interesante sino un correo tras otro vendiéndome tus cursos.
No escribo para nada con acritud. Si es tu intención, enhorabuena. Pero, si no lo es, igual te sirve para intercalar junto con la promoción de cursos, algunos otros correos más informativos o didácticos.
Igualmente, enhorabuena por tu trabajo. Es envidiable que hayas conseguido vivir de lo que te gusta y poderlo compatibilizar con escribir y publicar.
Y cierra su correo resaltándome una falta de ortografía que encontró en uno de mis últimos correos.
Escucha.
No sé cómo llamarás tú a las prioridades, pero algo que decides acumular y consumir en una de las épocas de mayor agotamiento mental, como es la paternidad, a mí me parece algo importante.
Así que muchísimas gracias por haberme hecho un hueco entre pañal y pañal.
Sé lo que es y me llenas de orgullo, porque yo dejé de leer cuando nacieron mis hijos.
Algo tengo que decirte.
Me encanta saber que hay miles de personas que se leen todos los emails que envío.
Gente que me escribe para decirme que desayuna siempre con ellos y que si llegan tarde se ponen nerviosos.
Pero mis emails no son una serie de policías de la que no puedas perderte un capítulo para entender por qué el mayordomo es el asesino.
Mucho menos son una obligación que tengas que ir acumulando a lo largo de la semana.
¿Te viene bien leer el de hoy?
Genial.
¿Te viene bien leer solo los del viernes?
Genial también.
¿Te los quieres leer todos del tirón?
Yo no te lo recomiendo, porque están pensados para consumir rápido, pero eres libre de hacer lo que te apetezca con ellos.
¿Que no encuentras una sola lección útil en ninguno de mis emails?
Te das de baja sin sentirte culpable de nada y te revisas eso de la lectura comprensiva.
Aunque, Miguel, la paternidad es agotadora a unos niveles muy profundos. El cerebro termina trabajando en modo zombi y es difícil ser sutil.
Pero a ti, lector, te digo que no todos los días te voy a enseñar un truco para tu web, para tu negocio…
Lo que sí te aseguro es que si te suscribes, todos los días te contaré algo que te puede ayudar a vender más, ser mejor profesional o a ser más amable contigo mismo.
Porque ser mejor contigo mismo es básico para todo lo demás.
Incluso cuando te escribo un email que descaradamente quiere venderte un curso, como el correo al que me respondió Miguel, hay una lección que puedes aprender.
Porque esos emails son de los que más puedes aprender.
Da igual que tengas la mejor idea del mundo, el producto más innovador o seas el experto mayor del Reino en un área.
Si no sabes venderlo, estás perdido.
Y la clave de todo esto está en entretener.
El 99% de la gente quiere que la entretengan.
Que aprendan algo es un extra que no todos buscan y, está claro, no todos encuentran.
Si encima lo aderezas con unas cuantas erratas para mantenerlos despiertos, todo fluye mejor.
Que sean adrede o no, es algo que dejaré que tú decidas.
Así que, Miguel, disfruta muchísimo de tu paternidad. Es una época única en la que empiezas a valorar la vida con otras prioridades.
Yo, sinceramente, espero no volver a vivir esos primeros meses con un recién nacido.
Nunca.
Que tus hijos crezcan tiene muchas, muchas ventajas.
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