En los últimos dos años y pico me está costando hacer nada que no sea trabajar o cuidar de mis hijos.
La pandemia ha cambiado la forma en la que organizo mi tiempo libre y me ha traído más trabajo del que tenía antes.
Me ha traído nuevas aficiones (hola LEGO!) y me ha quitado otras. No me preguntes por qué, pero casi no me apetece leer libros de ficción.
Por eso, el otro día por la noche, día extraño en el que mis hijos se durmieron pronto estando mi mujer de guardia, decidí coger uno de los muchos libros que tengo pendientes.
Ready Player Two, por si quieres saber cuál.
El caso es que, al empezar a leer, me llamó la atención de forma muy negativa que el escritor se viera en la necesidad de explicar cada una de las referencias que aparecen en el texto.
Referencias musicales y culturales de los 80-90.
Referencias que hay por decenas en un libro que no tiene mucho sentido si no las entiendes sin necesidad de explicaciones.
Vamos, que la gracia del libro está precisamente en esas referencias.
Eso me llevó a pensar en por qué sigo cada vez menos blogs, por qué no subcontrato la redacción de mis posts y por qué no me gustan el 90% de las webs que veo.
Porque los creadores de contenido (o los webmasters que lo subcontratan) nos tratan como si fuéramos tontos.
Tontos, porque creen que pueden colarnos cualquier opinión de mierda como si fuera la de un experto.
Tontos, porque creen que no nos damos cuenta de que solo quieren vender y llevarse una comisión.
Tontos, porque nos explican una y otra vez lo mismo.
Algo todavía más grave en YouTube, donde pueden llegar a repetir la misma idea cinco o seis veces en un mismo vídeo de dos minutos, por si acaso no te has enterado a la primera.
Los usuarios, los lectores, seremos muchas cosas, pero no somos tontos.
¿O acaso tú eres tonto? Estoy seguro de que no.
Así que no trates a tus usuarios como si lo fueran.
Si no eres capaz de leer tu propio contenido, si no aprendes nada generándolo, si no te crees ni tú lo que estás contando… ¿para qué lo escribes?
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