La ventaja de trabajar en casa es que no tienes que perder el tiempo en desplazamientos innecesarios.
Ya he olvidado lo que es ir en metro (antes tardaba más de una hora en llegar a mi oficina), en taxi (a las 5 de la mañana), en avión (dos cada semana)…
Por no hablar de dormir en hoteles y trabajar en fábricas malolientes.
Y las fábricas en las que yo trabajaba te aseguro que olían a cosas que no quieres conocer.
El único trayecto que tengo que realizar cada mañana es el que separa mi casa del colegio de mis hijos..
De mi casa al colegio de mis hijos hay 3,6 kilómetros.
Una distancia que, en condiciones normales, se tarda en recorrer unos 7 minutos.
14 minutos en total, 16 contando besos y abrazos.
Sin embargo, para llegar al colegio, tengo que atravesar una carretera que trae el tráfico de varios pueblos a una de las arterias principales de Madrid: la M-50.
Porque vivo en un pueblo grande de las afueras de Madrid.
Eso significa que, en hora punta, la carretera en cuestión está atascada. Y con ella todas las calles que desembocan en La Rotonda.
Lo pongo en mayúsculas, porque esa es la rotonda que sufre El Atasco de las mañanas. Un atasco tan volátil e impredecible, que no existe una hora segura para esquivarlo.
Un atasco de varios minutos al que se suma la amabilidad típica de un madrileño en hora punta. Es decir, ninguna.
Cruzar esa rotonda en horizontal es imposible, porque el tráfico, empeñado en ir hacia delante, no deja huecos para que nadie, NADIE, entre en la rotonda y la cruce antes de que ellos salgan.
Hacerlo supone, 9 de cada 10 veces, ver cómo te gritan e insultan, o cómo amenazan con chocar su coche contra el tuyo.
A ese 1 extra le doy las gracias desde aquí y le digo públicamente que soy su más fiel admirador. Al amable que te deja pasar y hasta te sonríe.
Pero existe otro camino para ir al colegio.
Un camino de 5,3 kilómetros, que en condiciones normales cuesta unos 12 minutos recorrer.
Es decir, un 50% más de distancia y de tiempo.
Pero ese camino tiene una ventaja: vas completamente solo. Cuesta 12 minutos recorrerlo en hora punta y a las 4 de la madrugada.
No hay bocinas, caras largas, enfados ni envidias porque tú vas en una dirección sin atasco…
Solo hay árboles, calles vacías, música y conversaciones surrealistas.
Muy surrealistas.
¿Qué camino crees que cojo todas las mañanas?
Lo mismo pasa con las páginas web. Corporativas, blogs, nichos, ecommerces…
Están abarrotadas de ruido. De caras largas, de coches que te piden paso… De mil y una formas de robar la atención de los usuarios y llevarla a siete sitios distintos a la vez.
Oh, sí, existe alguna «landing page» diseñada como «funnel de ventas» que…
Palabrería barata: la web distrae un cojón de pato.
Y un usuario distraído, es un usuario que no hace lo que tú quieres que haga.
Cada día envío una historia como esta en mi newsletter, con consejos tan sencillos que pasan desapercibidos y nadie los cuenta.
Te apuntas aquí:
Si quieres dejar tu comentario, apúntate:
El newsletter que leen empresarios, abogadas, amos de casa, ingenieros y fruteros por igual
Cada día un email para inspirarte, ¿a qué? A vivir mejor, ser mejor, ganar mejor