Hace un tiempo estuve en una barbacoa con más de 20 padres y madres del colegio de mis hijos.
Sumados a sus hijos, hacen casi 50 personas juntas en un cóctel más que interesante.
Porque, a esos 22 adultos, en principio, solo los unen los lazos que unen a sus hijos. Y cuando a una relación tan frágil le sumas kilos de carne y litros de alcohol…
Oye, spoiler, al final todos estuvimos allí más de 10 horas comiendo y bebiendo, así que la cosa no salió mal.
Te cuento.
Los padres de uno de los compañeros de mi hija mayor nos invitaron a nosotros y a otras 7 u 8 familias a una barbacoa en su jardín.
Unas buenas brasas y mucha carne son algo que no puede fallar.
¿Verdad?
Pero cuando mezclas a tantos adultos, con sus egos, sus inseguridades, sus ganas de destacar y los riegas con bien de alcohol y grasa animal…
Las conversaciones pueden ponerse muy interesantes.
Unos presumen de sus logros, de sus clínicas, de sus empresas…
Otros presumen de la cantidad de horas que trabajan para cerrar tratos millonarios.
Y otros lo miran todo con ojo cínico, buscando la oportunidad de soltar algún comentario que reviente en forma de risas.
En estas situaciones, cuando eres el padre más joven de la clase (por mucho), tienes el trabajo menos… «estándar» de todos y, además, no bebes alcohol, escuchar es la mejor de las opciones.
Esa gente no quiere que le digas que hay formas de trabajar que no requieren de ese estrés, esos miles de horas de dedicación, esas discusiones con jefes imposibles o esas preocupaciones por dirigir la vida de decenas de personas.
¿O sí?
Si escuchas con atención, te das cuenta de algo muy importante.
Escucha.
Se habla mucho de crear un discurso para un público objetivo concreto, del buyer persona, el target y otro montón de chorradas marketinianas.
Pero de lo que no se habla es de que esa descripción de las «audiencias» potenciales para un producto, servicio o mensaje está excluyendo a la mayor parte de la gente interesada en lo que ofreces.
Ayer, con todas esas personas tan distintas juntas, se veía con claridad que todos tienen preocupaciones comunes.
A todos les duelen las mismas cosas y todos quieren obtener lo mismo.
Cuando entiendes eso, cuando ves esos dolores comunes, entrar en la conversación es mucho más fácil.
Y cuando entras tú en esa conversación, con un discurso tan diferente del suyo, ves que hubiera sido un error atacar a una persona en concreto.
Por eso, cuando me preguntan para quién están pensados los consejos que envío por email todos los días siempre digo lo mismo: para cualquiera que busque un cambio.
Algunos lo hacen por el dinero extra.
Otros porque quieren que ese dinero extra sustituya su sueldo actual.
Y otros por el mero placer de hablar de algo que les gusta…
… o de pagarse esa afición tan cara que tienen.
Porque, los que ya lo hacemos, hablamos de ganarnos la vida con páginas web. Pero también puedes sacarte un sobresueldo o unos pocos cientos de euros que te paguen las copas del mes o, en mi caso, los LEGO del mes.
¿Cómo?
Te lo cuento si te apuntas.
Consejos para cambiar y ganar por internet
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