Un cliente que tuve hace unos meses representa tan bien la ceguera de los emprendedores de hoy en día, que tengo que contarte su historia.
La razón es que no quiero que tú seas como ellos.
Quiero que tú tengas éxito, que ganes el mayor dinero posible y con el menor esfuerzo posible.
Atiende, que esto es vital para cualquier proyecto online.
Este cliente (clienta, en realidad), me contó una historia muy ambiciosa sobre sus capacidades, su trabajo y sos objetivos.
Ya vivía de un trabajo offline (aunque por cuenta ajena), a pie de calle, pero quería llevarlo a internet.
Sabía que podía escalar sus ingresos, que no es lo mismo tratar con 1 cliente cara a cara, que con 200 de forma virtual y automatizada.
Sabía que podía aumentar la captación de clientes…
Sabía muchas cosas.
Pero no cómo conseguirlas.
Así que, aconsejada por un experto en marketing, acostumbrado al paga y gana de la publicidad, su estrategia iba a ser muy simple:
- Hazme una web, monta una academia online y…
- Yo me encargo del contenido que yo quiero escribir.
- Él (el aconsejador) se encarga de montar campañas de publicidad pagada.
- ¡Seré rica!
El plan estaba destinado a fracasar.
Al menos en términos económicos.
Unos miles para la web, otro tanto para la academia, horas y horas en contenido, más dinero en publicidad… Para ingresar entre 0 y nada durante un periodo indeterminado de tiempo.
Y entonces le conté lo que suelo contarles a todos los clientes que piensan que con una web, el trabajo ya está hecho.
¿Tú crees que por tener el local más lujoso del mundo ya tienes la clientela asegurada?
¿Crees que por tener un espacio amplio, un escaparate bonito, dependientes y dependientas cachondísimos y un producto que crees que es espectacular ya has triunfado?
Coge esa súpermegatienda y colócala, no sé, en una calle de mala muerte del peor barrio que te venga a la cabeza.
Un barrio en el que ni la policía se atreva a entrar.
¿De qué sirve tu súpertienda último modelo ahora?
Internet es igual.
Puedes tener la mejor web, la más usable, bonita y funcional, con el mejor producto del mundo.
Veinte mil euros de web. Treinta mil.
Si nadie la encuentra, si nadie se molesta en ir… ¿de qué te sirve todo ese gasto?
Oh, sí, puedes comprar publicidad pagada y repartir panfletos a la puerta del metro, en los barrios lujosos o donde se te ocurra.
¿Qué pasará cuando vean dónde está la tienda?
¿Qué pasará cuando busquen tu marca o tu producto en internet, para ver quién coño eres, y se encuentren un erial de resultados que no hablan de ti?
Porque ya sabes cuál es el mejor lugar para esconder un cadáver, ¿verdad?
Exacto: la segunda página de resultados de Google, esa que no mira nadie.
Así que le recomendé no gastarse 6.000€ en una web. Sí, exacto, le recomendé pagarme menos dinero a mí.
Pero yo no quiero cobrar para montar castillos de naipes, sino proyectos que tengan futuro.
Le recomendé empezar por una web sencilla, para ver en qué calle conseguía poner su tienda, y le animé a diseñar una estrategia de captación orgánica de clientes (orgánico = sin pagar, orgánico = SEO).
Si gastas 20.000 y te estampas, odias al que te ha hecho la web.
Si gastas 2.000 y tienes un pequeño éxito, le pides más.
¿Me hizo caso?
No,
Al menos en lo del SEO.
Sí que me hizo caso en hacer una web más modesta y ampliarla solo si tenía éxito.
Un año después su web no la encuentra nadie en Google y, ¡oh sorpresa!, no me ha pedido que construya su academia molona.
Porque una web sin tráfico es como no tener una web.
Para vender cualquier cosa, necesitas audiencia.
Y eso es lo que te consigue el SEO.
Si quieres saber más sobre cómo captar esa audiencia, tengo un newsletter en el que cada día doy un consejo para hacerlo.
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