Ayer vi con mis hijos la película de Hook, una película de Steven Spielberg de 1991 que narra las aventuras de un Peter Pan adulto que ha olvidado que es Peter Pan.
Deberías conocerla, amigo lector, pero si no la conoces, no te preocupes, que te perdono.
Es muy interesante ver cómo 30 años han envejecido tan sumamente bien, sobre todo a ojos de dos criaturas de 4 y 8 años.
Y más interesante es saber que no les has puesto una película excesiva. Porque esto de las películas es una lotería.
Si hoy no tienes tiempo…
Indiana Jones es maravilloso, pero no para todo el mundo.
No como esta estrategia, que sirve para TODOS
(Y si tienes más de 12 años, Indiana Jones en realidad también)
«¿No está para eso la clasificación por edades?»
Mira, amigo entrecomillado, cuando tienes hijos pequeños te das cuenta de que la clasificación por edades no tiene ningún tipo de rigor. Ni científico, ni esotérico, ni homeopático.
O quizá sí lo tiene, pero entran en juego intereses económicos más fuertes que mandan el rigor al carajo.
Revisando a ver cuándo podría ponerles las películas de Indiana Jones me encontré con algo curioso.
Igual que antes, deberías conocer estas películas (porque estás leyendo esto y está claro que tienes buen gusto), pero si no es el caso déjame ponerte en situación.
La primera película empieza con un arqueólogo atravesado por una trampa de pinchos, tarántulas, varios muertos, un templo que se derrumba y una persecución de indígenas.
Poco después vemos nazis matando gente en una taberna a la que prenden fuego, se queman personas, manos y objetos…
Para luego mostrarnos serpientes, nazis, oscuridad, más serpientes, momias, disparos, muertos y, como colofón final, enseñarnos cómo se deshace un regimiento de nazis entero y son absorbidos por el arca.
Un peliculón como la copa de un pino, cargado de aventuras, violencia y muerte.
¿Clasificación?
En España, que somos muy machos, Para Todos los Públicos.
En el resto del mundo fueron algo más comedidos y la clasificaron para 13+ o para «supervisión paterna recomendada».
Y alguien que se sienta a ver En busca del Arca Perdida con sus hijos pequeños e impresionables, esperando que sea para todos los públicos, y termine sin poder dormir por las pesadillas de sus retoños…, no va a volver a fiarse de las clasificaciones.
O peor aún, tus hijos no van a volver a fiarse de ti.
Cuando mandas un email al mundo, querido lector, tienes que alinear muy bien lo que dices, para quién lo dices y qué es lo que de verdad quieres decir.
Si nada de eso está alineado, lo único que vas a tener son lectores, clientes, usuarios, colegas o amigos cabreados.
Gente que no querrá volver a saber de ti.
Por eso, lo primero y más importante al reformar (o diseñar) la estrategia de una newsletter no es la herramienta que vas a usar.
Ni si quiera de dónde vas a sacar los suscriptores.
Es cuál va a ser tu mensaje y qué harás con aquellos con los que consigas conectar.
Cómo escribir emails que la gente quiera leer y por los que estén dispuestos a pagar.
Porque no quieres lectores cabreados, ni prescriptores antagónicos.
Lo que quieres son personas que conecten contigo y lo que tienes que decir.
Si lo haces, te encontrarás con cosas como esta: el 98,7% de los alumnos que he tenido en los últimos diez años siguen apuntados a este newsletter.
Cómo escribir emails que la gente quiera leer y por los que estén dispuestos a pagar.
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