Seguro que piensas que el éxito se mide como se miden los exámenes en la universidad o en el colegio.
Que el éxito es tener un 10.
Sobre 10, no sobre 14 como parece que se miden las cosas ahora.
Seguro que mirabas con envidia a esos que tenían la nota perfecta o te mirabas a ti mismo mal por no tener esa notaza.
O te daba igual, pero sabías que ellos eran «mejores».
O tú tenías la nota perfecta, quién sabe.
El caso es que yo también pensaba así, y es el mayor error que he cometido durante mucho tiempo.
Escucha, que viene post profundo, largo y personal con algo que me cambió la vida.
Muy personal.
Iba a enfocarlo desde el punto de vista de mis compañeros pero… ¡qué coño! Hemos venido a jugar. Es mi blog y es mi historia.
Mi vida académica se puede resumir en una palabra: equilibrio.
Equilibrio por miedo a perderme cosas, por miedo a desperdiciar mi tiempo.
Soy incapaz de hacer una sola cosa y siempre ando metido en varios berenjenales, así que nunca he concebido eso de pasarse días y días estudiando las mismas materias, dejando esas otras cosas de lado.
Bueno, si te soy sincero, nunca he concebido muy bien eso de estudiar, pero el tema es diferente, no viene al caso y no refleja la realidad del mundo.
Así que mi jugada era siempre la misma:
¿Qué puedo hacer yo para sacar la nota mínima quee me permita avanzar?
Sí, siempre digo que hay que apuntar al 10 para sacar un 5, que era lo que me decían a mí de pequeño. Pero yo apuntaba al 5 y sacaba… pues eso, un 5.
A veces un 4, pero entonces la gente solía redondearlo al 5, y muy pocas veces más de eso.
Total, ¿ganaría hoy menos dinero si hubiera sacado todo dieces?
Escucha, que te lo digo con alegría, pero era algo que me tenía muy frustrado.
Sacaba cincos, los «cerebritos trabajadores» de mi clase sacaban dieces y yo me miraba mal por no estar en esa cúpula de techos relucientes que eran los sobresalientes.
Sabía que para tener dieces tenía que esforzarme más, dedicar más tiempo, jugar menos y salir menos de fiesta.
Pero no iba a sacrificar mi buena vida para estudiar más.
Así que sacaba cincos y me frustraba no tener dieces y…
Se entiende, ¿verdad?
Bueno, el resumen rápido es que terminé la carrera de Teleco con aproximadamente un 70% de asignaturas aprobadas con 5.0
Y eso que en mi título pone que soy Matrícula de Honor, pero te lo cuento otro día.
Era una especie de leyenda entre los profesores (los alumnos no, porque no quería hablar de cincos con ellos) y algunos hasta se negaban a otorgarme mi merecido 5.0. Porque sí, terminé cogiéndole el gustillo a ir por la cuerda floja, aunque seguía envidiando a los del 10.
¿Crees que exagero?
Mira, en las clases de matemáticas II de Camino Leranoz, directora del Departamento de Matemáticas, saqué un 4.0 en el primer examen, un 6.0 en el segundo y me puso un 5.1 de nota final.
Fui a revisarlo para ver por qué una sencilla división entre dos había salido mal y ella me dijo, literalmente, que no iba a contribuir a mi dejadez académica por los 5.0, que ya me puso el año anterior y no iba a ponerme otro.
También me dijo que si quería que revisase la nota, volvería a corregir los dos exámenes con un cuchillo y posiblemente nos veríamos el año próximo.
Huelga decir que acepté ese 5.1 en mi expediente.
Total, que años más tarde, en la cena de licenciatura de la carrera, nuestro padrino de promoción, Daniel Lasaosa, con unos copazos de más, me cogió del brazo y me dijo.
«Joder, David, eres un cabronazo. El mejor ingeniero que he visto».
Teniendo en cuenta que en esa promoción había tipos que hoy trabajan en la ESA o reciben los premios más prestigiosos del mundo científico europeo; expedientes impolutos, tíos listos y…, ¿de qué forma David 5.0 Olier podía ser un buen ingeniero?
Como mucho mediocre.
«Mira, ser ingeniero se trata de hacer un balance entre esfuerzo y resultado. Ni dar de más, ni dar de menos, y tú tienes el expediente con el mayor equilibrio que he visto nunca. ¿Para qué sacar más de un 5 si con eso ya te vale?
Y tú con más de veinte asignaturas aprobadas con un 5 raspado.»
22 asignaturas en total aprobadas con un 5, de los cuales 11 eran cincos exactos, 12 si tenemos en cuenta el que Camino no quiso ponerme.
Sí, tengo el expediente y he vuelto a contarlos todos.
Fue ahí, con 24 ó 25 años, cuando me di cuenta de que eso que yo consideraba ser vago, ser mal estudiante, ser mediocre, era en realidad una virtud tremenda.
¿De verdad crees que invertir meses en preparar un proyecto y lanzarlo al mercado tan perfecto que has sudado sangre para conseguirlo es la mejor opción?
¿De verdad crees que para ganar dinero con una página web hace falta ser el Master del Universo del diseño web?
¿Que hacen falta estrategias hipercomplejas de análisis y selección de temas?
¿Que hace falta una redacción impoluta, conocer las 20 áreas distintas del SEO y dominarlas todas?
PARA NADA.
Se puede ganar dinero mucho antes de dominar una sola de esas habilidades.
Y entonces te darás cuenta de que puedes invertir tu tiempo a ganar todavía más dinero.
Y cuando ganes mucho dinero, te darás cuenta de que puedes pagar a los que saben de cada tema, en lugar de aprendértelos tú a la perfección.
No necesitas ser un experto en todas esas cosas para empezar a ganar dinero.
Lo que sí necesitas, te lo cuento cada día antes del primer café de la mañana. Al menos del mío, porque antes de desayunar escribo un email y se lo mando a todos los que están apuntados aquí debajo:
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