El otro día te hice una confesión.
Te enseñé el presupuesto que hice para mi primera web.
Para la primera por la que cobré, quiero decir. Que yo también he cometido el error de empezar «haciendo favores para practicar».
Y algunos luciérnagas me respondieron diciendo que «vaya mierda de web sería».
Son los mismos luciérnagas que cuando ven un estudio o un profesional que pide 10.000€ por una página web asumen que será «la web del milenio».
¿De verdad crees que el presupuesto de una página web marca lo buena o mala que es?
Escucha con atención, que esto te interesa.
Hay web de 500€ que son funcionales, sencillas, cumplen con lo que necesita su dueño y le traen el beneficio que podría esperar.
Lo que se podría denominar como una web buena.
Hay páginas web de 10, 20 y 30.000€ que son una basura y no consiguen nada de lo que deberían.
Bonitas, sí, pero un desastre en todo lo demás.
Y luego están las webs caseras, hechas a mano sin ayuda profesional. Sobre esas te hablaré otro día, porque el problema no está en la tecnología sino en algo mucho más importante.
Algo que mis alumnos tienen grabado a fuego en el alma.
Pero esto no solo pasa en las páginas web.
He visto carpinteros que te cobran el doble del precio de mercado por hacer un mueble que puedes conseguir en IKEA.
Albañiles que, después de trabajar para tu vecino por 1000, le pasan un presupuesto de 3000 al de al lado para hacer lo mismo.
O a médicos cobrar una revisión por 10€ y a esos mismos médicos cobrando 300€ por la misma revisión a un paciente.
La diferencia está en el tiempo y el cariño que dedican a sus pacientes.
Por si te pilla de nuevas, entre 1€ y 15€ es lo que pagan Adeslas o Sanitas a tu médico por una consulta médica en la mal llamada «sanidad privada». No me lo invento yo.
La única diferencia es que unos han conseguido encontrar mejores clientes que otros.
Por 10€ poco más que puedes saludar, enterarte de lo que le duele y darle una solución para que entre el siguiente y te sume otros 10€ en la cuenta.
Menos, si retenemos impuestos.
Por 300€ le dedicas el tiempo que necesite e incluso haces terapia psicológica con él en la consulta.
Porque, y aquí es donde tienes que poner toda tu atención, el precio es una forma de filtrar a tus clientes.
De acceder a clientes dispuestos a gastar más y con otro perfil de trabajo.
Un perfil con el que dedicarte a otras cosas como el copywriting, el SEO, la experiencia de los usuarios, mejorar la conversión…
A las cosas que, precisamente, aportan valor a un negocio.
O también puedes quedarte con clientes de ticket bajo que, normalmente, exigen más que los demás.
Porque no saben lo que quieren, pero necesitan sentir el control.
Algunos hasta te pasarán la lista de plugins que quieren que pongas, sin saber siquiera para qué los necesitan…
…cuando WordPress ya hace muchas de esas cosas por defecto.
En fin, que me desvío.
Lo único malo de cobrar mucho sería no estar a la altura de lo que te están pagando.
Eso sí que es para darse de cogotazos contra la pared.
En esa web de 250€ que te contaba el otro día, me hicieron cambiar y descambiar tonterías durante horas.
Perdimos el tiempo, porque ni siquiera sabían lo que querían.
En la última que vendí a 4.000€ el trabajo fue directo y certero como una bala.
Con algún cambio, sí, pero todos apoyaron la idea de negocio.
También hubo desarrollos a medida, pero lo importante no fue la tecnología que usamos, sino la forma que dimos a su negocio.
Y la rentabilidad que sacaron después.
Por eso insisto: monta tu primera web cuanto antes y preocúpate de rentabilizar tu negocio.
¿Dónde insisto?
En el newsletter que envío cada día desde hace más de un año y que ya leen miles de personas.
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