Hablemos seriamente de Instagram.
O de Facebook.
O de cualquier red social.
Imagínate que invitas a tus amigos a una fiesta en tu casa.
Llegan todos, sales a comprar una bolsa de hielos que falta…
Y cuando vuelves la llave no funciona y hay un cartel en tu puerta que dice «hemos suspendido tu amistad con ellos. Tienes 30 días para presentar una reclamación formal».
¿¿¿Qué cojones???
Todo el mundo está feliz como unas castañuelas porque 2.000 personas ven su contenido en la red social que esté de moda cada día.
O 20.000.
O 200.000, la verdad es que me da igual, cuanto más grande sea la cifra, mejor me lo pones.
Hablamos de cifras que te hacen sentir el hombre más importante del mundo.
Quizá, si lo tienes medianamente bien montado, esa audiencia se traduzca en beneficios: ventas o reconocimiento de marca.
Hace unos meses te contaba el caso de un «periódico en Instagram» que era el negocio de una chica.
Pero solo si lo tienes bien montado (bien de verdad, como te contaré más adelante), podrías sobrevivir a esto:
«Hemos suspendido tu cuenta el 31 de octubre de 2022. Tienes 30 días para reclamar esta decisión».
Ese es el mensaje que miles (millones si los primeros análisis son ciertos) de cuentas de Instagram recibió el pasado 31 de octubre.
Escucha, que esto es importante.
Se nos llena la boca hablando de nuestros seguidores en redes sociales, pero ¿sabes de quién son esos seguidores en realidad?
No son tuyos, ni aunque esté tu madre en la lista.
Son del señor Zuckerberg, Rocket Man (aka Elon Musk), el chino de TikTok (aka Zhang Yiming), o del jefazo que controle la red social de turno ahora mismo
Ellos te dejan un trozo de su casa, tú les llevas a los invitados y ellos cobran la entrada, te cobran el alquiler a ti y pueden hacer lo que les dé la realísima gana.
Pueden pedirte dinero para que tus seguidores te vuelvan a ver (¡Hola, TikTok!)
Pueden obligarte a generar un contenido distinto al que te trajo la fama (¡Hola, Instagram!)
O pueden decidir cerrarte la cuenta sin previo aviso.
Piénsalo.
Tú no eres nadie para esa red social, solo un medio más para atraer incautos a los que venderles publicidad.
Si sus números cambian, si su estrategia cambia, te van a digerir y a cagar como lo que en realidad eres para ellos: nada.
Así que la única forma inteligente de utilizar esos monstruos endogámicos, es canalizarlos hacia algo que sea 100% tuyo.
Que nadie te pueda robar.
Sí, hablo de una página web.
Una propiedad digital exclusivamente tuya y por la que todo el mundo te pueda encontrar, sepa lo que haces y por qué.
Que puedan hacerlo con una simple búsqueda, gracias a ese posicionamiento, a ese SEO, que ya sabes o que te cuento yo por aquí.
ESA, y no otra, es la forma de exprimir las redes sociales.
Si, además, le añades una newsletter…
¿Sabes lo que podrías conseguir si esos miles de personas que se ríen con tus vídeos te dan su email?
Ya te lo digo yo: un negocio próspero y sólido que no depende de que Mark Zuckerberg no haya follado en un mes y quiera pagar su frustración con los usuarios de Instagram.
Que quizá follar, esté follando, pero me da a mi que cuando mira la valoración de su empresa en la bolsa…
Le deben estar entrando unos sudores fríos de narices.
Por eso yo te mando un email todas las mañanas ANTES del café, para que lo leas calentito y entretenido.
Y para que encuentres la forma de generar y optimizar tus ingresos online
Sin depender de nadie más que de ti mismo.
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