Mira, no esperaba recibir odio por el post de ayer (y menos tan rápido), pero había gente con los dedos calientes.
¿Qué post?
En el que te hablaba de la paradoja de que suspendiera lengua durante toda mi vida estudiantil para terminar ganándome la vida escribiendo.
Escucha.
Uno me dijo «ni siquiera sabes escribir bien» y luego, muy amablemente, me preguntó si padezco alguna dificultad mental.
La padezco, gracias por preguntar.
Otro, después de llamarme «prejuicioso, maricón y pendejo» (no sé cómo supo todas esas cosas de mí solo con un correo sobre mis suspensos en lengua), se interesó por mis finanzas personales preguntándome si no me daban mis libros para comer.
Y un tercero, que coincidía con el anterior en llamarme maricón, quiso enriquecer mi sabiduría popular con algún refrán español, como ese que dice «el que mucho presume, es porque carece de muchas cosas».
Madre mía, unos visionarios amables e inteligentes.
Con problemas de homofobia, pero seguro que son buenas personas.
Efectivamente, carezco de un montón de cosas, tengo dificultades mentales y no, mis libros nunca me han dado para comer.
Por eso decidí mover mis esfuerzos a otras tareas más lucrativas.
Los 900 ejemplares que habré vendido de mis libros a duras penas han cubierto los costes fijos de maquetarlos como es debido.
Y digo «como es debido», porque para tener un producto de calidad, tienes que pagar a los que saben del tema y no hacer la primera chapuza que se te ocurra.
Pero los 3.893.933 de personas que han leído alguno de mis artículos en los últimos años, sí que dan para vivir.
Y muy bien, debo confesar.
¿4 millones son muchos? ¿Son pocos?
Mira, yo vivo en un pueblo de 60.000 habitantes.
Nací en una ciudad de 180.000 habitantes.
En una comunidad autónoma que ahora tiene 660.000.
Entre las tres no suman ni el 25% de las personas que me han leído durante estos años.
¿Que escribo mal?
Bueno, podría ser, ¿no? Nadie nace aprendido, siempre hay margen de mejora, mi estilo puede no ser el más pulido ni el más literario, cometo erratas, digo palabrotas…
Pero oye, con todo lo mal que lo hago, hay cuatro millones de personas que han disfrutado con lo que escribo.
Las opiniones son como los culos: cada uno tenemos el nuestro, con sus mierdas y todo.
Yo opino que Juan Gómez-Jurado escribe mal y el tío ha vendido más de un millón de libros en los últimos años.
Así que… ¿qué más da que yo opine nada de la prosa de Juan? El tío es un súper ventas, forrado de pasta por esa «mala prosa».
Ya quisiera yo «escribir tan mal» como él.
En fin, a lo que voy.
Que escriba mal o no escriba mal, lo que yo quería decirte es que me gano la vida escribiendo.
Te guste como escriba o no.
Aunque si no te gusta como escribo… ¿qué haces aquí?
Eso sí, escribir por escribir no da dinero. Por eso dejé los libros de ficción, conseguir reventar las estadísticas ahí y forrarte con las ventas es… No es imposible, pero no está hecho para mí.
Preferí el camino rápido.
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