Hoy te voy a hablar de una chica.
Rubia, vestido verde demasiado corto, demasiado escotado, alrededor de un precioso cuerpo de veintitantos.
Era fácil que atrajera las miradas en la oficina, aunque las únicas que le interesaban eran las mías.
Esto pasó hace ya 12 años y lo recordé ayer, mientras charlaba con Antonio sobre el miedo y las excusas.
María, que así se llamaba la chica de verde, era, como decían en mi equipo, mi Mery.
Porque ambos teníamos la desagradable tarea de construir una serie de brownies celestiales (programas de mierda) en un proyecto del infierno, para un cliente infernal.
Así que Mery, mi programadora favorita ever, y yo pasábamos mucho, mucho tiempo juntos.
Jóvenes, atractivos, atrayentes y blanco de las mofas de compañeras que, en realidad, estaban tan agobiadas como nosotros y usaban la burla como válvula de escape.
Que Mery escogiera unos vestidos que marcaban (y enseñaban) sus curvas de forma demasiado sugerente…, solo era un poco más de leña en el fuego.
Como pasábamos juntos del orden de 10 horas cada día, no te sorprenderá que terminásemos formando un vínculo más propio del ejército que de una oficina.
Soldados con escote y camisa.
Por aquel entonces ella quería tener hijos y yo, para ser sincero, no sabía nada de lo que quería en la vida.
Estaba casado (ella no) y vivía más en la oficina que en casa.
Pero me dijo una frase que nunca se me olvidará y que, con la sabiduría de los años, terminé por completar yo mismo.
—David, no existe el momento perfecto, porque nunca es buen momento.
Como chaval de veintitantos, estresado y con falta de sueño, asentí como si fuera una pieza de sabiduría fantástica para decorar una estantería.
Y pasé del tema (y, para serte sincero, también de sus escotes que, aunque preciosos, no me ayudaban a quitarme mierda de encima).
Hasta que, hablando con mi mujer poco después, salió la frase a colación.
Con una pequeña variación.
Porque si nunca es buen momento, significa que todos lo son.
El resto son excusas para no hacer lo que tienes que hacer.
Sea tener hijos, ahorrar, invertir, hacer ejercicio, perder peso, ganar más dinero, dejar tu mierda de trabajo o ser feliz.
«Cuando gane tanto…»
«Cuando tenga…»
«Cuando sea…»
«Cuando…»
ENTONCES…
Entonces, ¿qué? ¿Te darás cuenta de que has desperdiciado décadas para quince segundos de gloria?
¿O te darás cuenta de que, como la meta no te satisface, tienes que buscar otra todavía más grande?
STOP EXCUSES!
Si quieres hacer algo, hazlo ahora.
Si has llegado hasta aquí, este vídeo te va a aportar todavía más valor:
Cómo encontrar un propósito vital sano que te motive y no te angustie
Y sabrás sacarle jugo.
No hay grandes pechos, pero sí algo más útil para ti.
Y si lo que quieres es empezar a ser el dueño de tu vida, lo mejor que puedes hacer es aprender dos cosas:
Las dos claves para sentirte realizado y ganar dinero
En breve se terminará la última oportunidad de hacerse con todos los bonus y extras que lo acompañarán.
Te cuento más la semana que viene.
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