Tres, si incluimos a los que tiran la toalla antes de tiempo.
Lo que pasa es que sé que si estás leyendo esto, tú no estás en ese tercer grupo de personas.
En el grupo de los que se rinden antes de empezar y se dicen cosas tan bonitas como:
- Yo con eso no puedo…
- No se me da bien…
- Es imposible…
- La vida de funcionario es la vida mejor.
Que no es que tenga nada en contra de los funcionarios, es que esa mentalidad de sacar una oposición y tener la vida resuelta sin tener que esforzarse ya mucho más…
No, en realidad sí que tengo algo en contra de los funcionarios.
Y eso que mi padre era funcionario.
O quizá porque mi padre era funcionario y vi su frustración intentando mejorar un sistema con el que no se puede hacer nada.
Oye, que si eres funcionario y estás leyendo esto te juro que me encantaría saber por qué.
Emprendimiento y funcionariado son como la noche y el día.
O el aceite y el agua, que nunca se tocan, así que tus motivos son oro puro.
A lo que iba.
En esta vida solo hay dos tipos de personas.
Los que planifican, preparan, diseñan y construyen a la perfección un curso o una web antes de lanzarla al mundo.
Los que invierten horas, semanas, meses e incluso años en que esa idea que les ronda la cabeza sea perfecta…
Y los que lanzan el producto mínimo viable lo más rápido posible para ver si el único que puede decirles si lo han hecho bien o mal les responda.
Los que antes siquiera de hacer un curso ya lo están vendiendo, para ver si les compensará el esfuerzo de hacerlo perfecto.
¿Y quién es el único que puede decirles si han hecho bien o mal su trabajo?
El mercado.
No es tu padre, tu primo, tu colega o tu mujer.
Es esa masa de gente a la que, en realidad, va dirigido tu producto.
Esa masa sincera y egoísta a la que le dará igual que hayas invertido 1.000 horas en escribir el mejor curso del mundo.
Que no te va a dar un solo euro, dólar, peso o dinar solo por el esfuerzo que has invertido.
Escucha.
Mi primera academia se llevó cientos de horas en la creación de cursos espectaculares.
Para estamparse en el suelo.
Y mi último curso vendió miles de euros antes siquiera de que hubiera escrito la primera coma.
Te puedo asegurar que con diez mil euros en el bolsillo eres capaz de hacer un curso de putísima madre.
Y que con un año de inversión en tiempo y esfuerzo tirada a la basura, la frustración que sientes casi puede hacerte desear volver a la picadora de carne.
Casi, solo casi.
Por eso en cada email de los que envío en mi newsletter te cuento cosas que te aportan tanto valor.
Porque si sabes verlo, podrás sacarle un partido increíble en cualquier negocio online que tengas entre mano.
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Hace años asesoré aun tipo con una página de apicultura que sacó un muy buen dinero de algo que hacía por amor al arte.
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