No hace falta pagar a un psicólogo para que te diga lo que te voy a decir.
Tampoco hace falta ser superdotado.
Pero sí que hace falta algo muy especial para comprenderlo como tienes que comprenderlo.
(Que yo te recomiendo que pagues a un buen psicólogo, ¿eh? Aunque conectes con una que reniegue de su propia profesión)
El miedo es uno de los motores más útiles que tenemos a nuestra disposición. Es el que hace que apartes la mano del fuego, porque sabe que te vas a quemar, y el que elige el camino iluminado antes que el oscuro y tenebroso.
Salvo que seas un adolescente americano en una película…
Lo que pasa es que también es un cabrón ilusionista y le gusta imaginarse y anticipar situaciones que no van a suceder nunca.
Es el que, la primera noche post cirugía de mano, me hizo enrollarme el cabestrillo a la almohada, para que no pudiera lanzar mi brazo adormecido a vete tú a saber dónde.
Como si no tuviera 3 centímetros de yeso protegiendo lo importante.
Y es el miedo el que, cuando vas a lanzar un proyecto (un blog, una newsletter, un podcast, un…) te dice cosas preciosas como estas:
- No va a leerlo nadie.
- Lo que tienes que decir no le interesa ni a tu abuela.
- Tanto esfuerzo para nada.
- Estarías mejor haciendo…
- ¿Quién eres tú para decir esto?
- Se nota que no sabes.
Escucha.
No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que el 99% de las cosas que te aterran solo suceden en el interior de tu cabeza.
Y el 1% que sí suceden, lo hacen precisamente porque estás obsesionado con que lo hagan.
No sé cuántos proyectos he lanzado en la última década.
Entre propios y ajenos serán 30 ó 40.
Aun así siempre tengo esa sensación de que se me olvida algo, hay detalles que no he preparado bien y toda una batería de cosas-que-pueden-salir-mal-y-no-lo-harán.
Y, ¿sabes qué es lo mejor del caso?
Que esas cosas que pueden salir mal y ocupan todo tu centro de atención, lo único que hacen es… no importar absolutamente nada.
La semana pasada publiqué el primer vídeo de Simplifica y vencerás y al poco rato llegó un comentario que me quitó toda la tontería.
La tontería del miedo y las anticipaciones pesumbristas.
Porque a la gente no le importa que haya fallos en lo que haces, que programes el contenido un martes o un viernes, que salga a las 6:25 o a las 7:49 o que estés usando un fondo verde con matices azules.
A la gente lo que le importa es que empieces de una vez.
¿Sabes por qué este newsletter y el resto de newsletters que tengo funcionan y dan dinero?
Porque un día me quité la tontería y envié el primer email.
Y luego el segundo.
Y el tercero…
Y después de meses y años de emails, experimentos y pruebas, encontré la forma de que estas historias que te cuento se hayan convertido en una de mis primeras fuentes de ingresos.
¿Cómo?
Tengo un curso y ahí te lo voy a contar todo:
Cómo llegar a tus primeras 1.628 personas y enviarles emails que quieran leer
Porque lo más difícil es empezar, pero si conoces el método adecuado, incluso empezar se convierte en un mero trámite.
Y sí, los miedos disminuyen con la experiencia, pero siempre queda alguno rezagado dando por saco.
Cómo llegar a tus primeras 1.628 personas y enviarles emails que quieran leer
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