Hay un malentendido entre tú y yo que tenemos que arreglar.
Así que este es un correo especial, necesario, largo e importante.
Tanto que hoy no vas a tener la típica Caja Vaga con un resumen de un par de líneas. Si quieres te lo lees y si no quieres…, pues no, que ya eres mayorcito para tomar tus propias decisiones.
Hace 499 días que envío un email cada día y seis meses desde que publico un vídeo semanal en Youtube. En ese tiempo se ha creado sensación más o menos uniforme entre algunos de mis suscriptores que necesita un toque de atención.
Algo que, cuando lo piensas tú, hace más mal que bien y te ayuda cero en tu día a día.
Utilizo como base el último email que un compañero tuyo me escribió al respecto, hace cuatro días:
Buenas tardes tocayo,
¿Cómo estás? ¿Qué tal esa familia guapa?
Espero que todo genial. Han pasado muchos días sin tu newsletter, tan imprescindible en mi vida, exactamente 49. Y sí, lo es, ya eres una parte vital en mi vida, lo digo como lo siento, es como si te conociera de mucho tiempo, cuando realmente te he descubierto este año.
[…]
Está claro que para perseguir tu sueño, primero hay que tenerlo… pero los sueños crecen en la misma medida que nosotros avanzamos en la vida, más que crecer, se transforman. Y según vas acumulando experiencias en la vida y canas, quizás ese sueño primigenio poco tiene que ver con el que persigues ahora.
[…]
Desde luego que sé el tiempo que se me va cada día (obviando mi situación actual extraordinaria) en chorradillas que son excusas para no hacer lo que de verdad tengo que hacer, y si cojo la calculadora y multiplico lo de cada día x7 o x30 o incluso x365, es cuando da miedo el tiempo que no dedicas a lo que de verdad deberías hacer y lo peor de todo, ese tiempo no vuelve jamás. Ahí ya es donde me duele y estoy consiguiendo poco a poco ajustarlo mejor. Por supuesto ver que alguien como tú con su horario superestructurado y con disciplina, sucumbe al Zelda y cafés, hace que duela menos 😉
Me hace mucha gracia esa percepción de horarios firmes y superestructurados, con una disciplina rígida e inamovible con la que me asocian algunos.
Y me arranca una sonrisa cuando, además, me escribe gente diciéndome que «está claro» que tengo éxito por esa disciplina y esos horarios.
Así que te voy a enseñar un secreto.
Esto que ves aquí es mi agenda para los días de hoy y mañana (sí, este email lo escribo el 23 de agosto):
IMAGEN
(El cuadro rojo tapa el apellido de uno de mis mentorados)
¿Ves lo superestructurado que está?
Si ahora te digo que he tardado hora y media en poder moverme de la cama, media hora más en desayunar, que he estado una hora más con el cerebro apagado jugando al Zelda y otra hora más con mi hijo recién levantado…
¿Dónde está la rígida disciplina?
Aun así el trabajo sale y el dinero y el éxito llegan.
¿Cómo narices es eso posible?
Muy sencillo, amigo lector, porque ser disciplinado y hacer lo que tienes que hacer no es cuestión de horarios rígidos ni de una vida sin fallos, sino de saber fluir con cada momento de tu día, de tu vida.
Los fallos no se pueden evitar.
Seguimos siendo humanos, seguimos siendo débiles y hay factores y condiciones que no podemos controlar.
Ni los 35 grados por la noche que no te dejan dormir, ni los despertares de tus hijos, ni las citas médicas sorpresa…, ni la falta de ganas o el entumecimiento cerebral.
La gracia no está en no fallar. Yo fallo más que una escopeta de feria en mis planes de trabajo, te diría que entre un 50 y un 60% de lo que me planteo hacer cada semana termina no saliendo.
¿Por qué te crees que mi agenda suele estar como has visto antes?
Porque sé que me la voy a pasar por el arco de triunfo a la primera de cambio.
Aun así el trabajo sale y el dinero y el éxito llegan.
Porque no se trata de ser perfecto y castigarse cada vez que tenemos un fallo. Se trata de aprender a convivir con esos fallos, evitarlos cuando se puede y abrazarlos cuando no.
Se trata de dar pequeños pasos en la dirección correcta de manera lo más constante posible, de reconducir los pasos mal dados y de disfrutar de los momentos que pasas sentado en el camino.
Porque no, nadie es perfecto y la percepción que tienes de alguien suele estar equivocada por un sencillo motivo: no tienes la foto completa.
Así que no, amigo lector, no tengo un horario superestricto ni una disciplina de mithril.
Seguramente falle más que tú, pero soy muy cabezón y siempre me levanto a empujar otra vez en la dirección que quiero seguir.
Haz tú lo mismo y verás los resultados.
Si no sabes hacia dónde, escríbeme y vemos cómo encontrar tu norte.
Si quieres dejar tu comentario, apúntate:
El newsletter que leen empresarios, abogadas, amos de casa, ingenieros y fruteros por igual
Cada día un email para inspirarte, ¿a qué? A vivir mejor, ser mejor, ganar mejor