Ayer estuve hablando con un compañero tuyo.
Gabriel, de Venezuela, lector del blog y alumno de uno de mis cursos.
Que ahora también forma parte del equipo de personas que me ayudan a sacar más y más páginas web que dan dinero.
El caso es que, después de tratar los temas de trabajo, estuvimos hablando sobre páginas web, afiliación, publicidad…, y formación.
Fue ahí, después del proceso de selección y las explicaciones de lo que necesito de él, cuando me confesó que era alumno.
Me dijo que llevaba un año y pico metido en esto, que había creado unas pocas webs, que iba poco a poco y que esperaba conseguir resultados más pronto que tarde.
No sé muy bien cómo fueron las palabras exactas, pero en algún punto dijo que él era solo un aprendiz.
Que aprovecharía trabajar conmigo para aprender los entresijos de páginas reales de mi flota de webs.
O quizá lo que dijo fue que yo era un maestro.
No lo sé, da igual.
Lo que sí sé es lo que le dije después, que es lo que quiero transmitirte hoy aquí.
Una lección de vida que te llevará hasta lo más grande.
Escucha.
Le dije que, a pesar de los 8 años, las docenas de web y las decenas de miles de euros facturados, todavía me siento un aprendiz.
Siempre hay alguien ahí fuera que sabe algo que tú no.
Siempre hay un área en la que puedes mejorar.
Siempre hay que aprender algo nuevo.
Porque mi forma de ver el mundo es que nunca se deja de aprender y siempre hay un «maestro» que sabe más que tú y puede enseñarte.
Gabriel me dijo que eso está muy bien, pero que de aprendiz tengo muy poco.
Que no me podía discutir el razonamiento de tener la mente abierta para aprender, pero que si ya ganas tanto dinero con lo que haces como para tener un sueldo básico, aprendiz no eres.
Intermedio, quizá.
Nada más colgar con él me quedé con la idea: «una cosa es la humildad de saber que puedes aprender más y otra la mentalidad de no aceptar lo que te corresponde».
Y es verdad.
En el soporte de mis cursos veo justo esa misma mentalidad mal enfocada.
Cómo voy a hablar de esto si solo sé…
Cómo voy a hablar de esto otro si hay más gente que sabe…
Si todos pensásemos así, no habría maestros. Y ser un maestro no es nada del otro mundo.
Fíjate:
Porque un maestro es:
- Alguien que enseña (✅)
- Alguien que sabe una materia y la maneja con desenvoltura (✅)
- Alguien «de mérito relevante entre los de su clase» (✅)
Tú sabes de una materia.
Y no de una, sabes de muchísimas. No tienes más que mirar lo que haces un día normal, para ver cientos de pequeños detalles sobre los que sabes algo.
Lo haces con desenvoltura.
Mira, sin conocerte también sé decirte que al menos un puñado de todas esas cosas que sabes, las haces con una desenvoltura natural.
Y no me refiero a cuadrar balances, programar aplicaciones web o a otras cosas más elaboradas.
Me refiero a, por ejemplo, usar una cafetera.
Quizá hasta seas un apasionado del café…
Quizá seas el más cafetero de tus amigos y compañeros («de mérito relevante entre los de su clase»).
Ahora coges eso que sabes, eso en lo que destacas, eso que dominas, y se lo cuentas y explicas a otros.
Te conviertes en un maestro en cafeteras.
Les explicas, por ejemplo, cómo elegiste tu cafetera, por qué, en qué te fijaste…
Y luego le das una guía para que sepa distinguir las buenas cafeteras de las malas.
Y…
¿Sabes lo que acabo de hacer?
Acabo de crear una página de nicho para cafeteras en tu cabeza.
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