Hace una semana publiqué uno de los posts más polémicos que ha habido en esta web. Una historia real sobre un amigo real.
Había unos travestis en la historia, pero no viene al caso.
Lo que viene al caso son estas dos respuestas que obtuve a ese post que titulé «pacenses, puteros, porculeros». Una buena y otra mala.
La primera que me llegó, la buena, me la dejo para el final.
Ahora empiezo por la segunda, que llegó unas horas después de haber enviado el correo, después de haber abierto mi correo más de 20 veces.
«Como pacense que soy, esperaba encontrar en el texto de tu artículo algo que hiciera de su título horrible una frase sarcástica. Pero muy al contrario ~[…]~. Porque no has dicho «el pacense putero» refiriéndote a un pacense que es putero, sino que, claramente dices, en un plural que preocupa al pensar en tu experiencia personal y sin un triste artículo que aísle a unos pocos individuos del resto de pacenses, «pacenses puteros». Y para redondear ~[…]~
Desafortunado, como he dicho antes. Creo que has patinado esta vez, tú que siempre, me parecía a mí, dominabas el marchar sobre la fina línea entre la provocación y la sinceridad.»
Una de las suscriptoras de Badajoz entendió toda la historia como un insulto a su patria, a sus compatriotas y asume que cuento estas historias para provocarte.
En realidad no busco provocarte, busco que leas hasta el final para que no te quedes en la superficie de la historia y navegues más allá del pacense putero porculero para llegar al mensaje que quiero transmitirte.
La historia es una excusa para darte un consejo.
O para que te diviertas un rato, que sé que muchos leen mis artículos para divertirse.
Como esta otra respuesta que recibí al mismo post de la otra persona que estuvo presente en aquella historia: su protagonista.
«JAJAJAJA.
Lo recuerdo, xo no me metí x buscar sino precisamente xq algo no me encajaba… ahí nos pudo pasar algo!!! Jajajaja
Genial comolo enganchas con el diseño web, tío. No sabia yo que en tu trabajo mirar tetas y encontrar rabos servía para algo»
Fíjate en la diferencia. Al segundo lo llamé putero, porculero, cabezón, guarro y describí su forma de hablar inventándome unos salivajos que en realidad no se le escapan cuando habla. No siempre, vamos.
Y se partió de risa.
No solo se partió de risa, sino que leyó hasta el final y entendió por qué había usado esa historia para enlazarla con el diseño web.
Pepo tiene una forma de ver la vida especial que me encantaría transmitirte algún día. Tiene un empuje y un optimismo que pueden con cualquier reto que le plantees.
Y es que la mentalidad de quien te lee es tan importante como el mensaje que transmites.
ESO también es diseño web.
¿Cómo puedo controlar yo la mentalidad de quien entra a mi web?
Es tan fácil que asusta: haciendo las cosas distintas.
Si haces lo mismo que el resto de tu competencia, a tu web entrarán clones aburridos que ni se acordarán de que existes.
Si haces algo diferente, seguro que despiertas el odio de unos cuantos, pero eso significará que también captarás la simpatía de otros.
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