Ayer estuve con mi Valentina.
Solo que tiene barba, le cuelga algo ahí abajo y no se llama Valentina.
Pero es mi Valentina.
(Tranquilo, que esto no va de líos de género, es mucho más sencillo y divertido)
Te cuento.
Nadie debería considerarse buen conversador o buen explicador, si no ha conversado ni explicado algo a un niño pequeño.
Porque esos pequeñajos son los únicos capaces de coger una frase sencilla y convertirla en algo complicado de explicar.
Porque «la última y ya» no es una cosa más.
Son dos: la última y la ya.
El caso es que, al volver de mi viaje a Pamplona, mi hijo me preguntó que quiénes eran mis amigos.
Y les hablé a los dos de su tío, el abogado guapo, y del resto de la tropa que conozco desde que tenía su edad.
–¿Y por qué es nuestro tío? –dice mi hija, que después de comidas y cenas navideñas ya tiene bien metido eso de que la sangre manda.
Aquí un padre menos curtido en batalla podría explicarles eso de que 33 años de amistad unen más que compartir sangre…
Que los tíos no solo son aquellos con los que has compartido útero materno…
O cosas similares.
Pero un padre que ya ha tenido que explicar que pueda haber dos niños que se llamen Álvaro en la misma habitación sin que el universo colapse, ya sabe lo que tiene que responder.
–Cariño, el el abogado guapo es mi Valentina.
Porque su Valentina es su mejor amiga «desde siempre» y mencionarla a ella ya despierta una serie de entendimientos automáticos que no necesitan explicación.
No hace falta decir que con 30 años más, ella lo entiende.
De la misma forma que cuando un compañero de su colegio pierde aun abuelo o a un padre, a los niños de cierta edad no puedes explicarles lo que es la muerte o el duelo.
Bueno, poder puedes, pero no pueden entenderlo.
Por eso en mi casa al duelo se le llama «Ye».
Que fue la primera mascota que perdieron.
Porque las cosas, si quieres que alguien las entienda, las tienes que explicar con ejemplos prácticos y símiles que comprendan hasta los niños pequeños.
Si lo haces así, podrás llegar a explicarle lo que es la nieve a un saharaui o lo que es el Amazonas a un esquimal.
Tengo un newsletter en el que hago exactamente eso.
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No te puedo prometer que vayas a tener el mismo éxito, pero sí que te vas a entretener.
Y si quieres, solo si quieres, aprenderás algo.
Que en el fondo no es lo más importante.
O eso dicen los que me leen cada mañana desde hace más de un año.
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