Ayer estuve comiendo una paella cerca de la sierra, en una finca de estas enormes, con jardín, piscina y muy buena compañía.
Los niños correteando y bañándose, los adultos charlando y, aunque quizá te sorprenda, sin alcohol de por medio. ¡Ni tabaco!
Cómo han cambiado las cosas. Esa misma comida hace cinco años hubiera estado regada con vino, cerveza, cubatas y si echases el reloj atrás otros cinco años, también con cigarrillos y puros.
Si hoy no tienes tiempo…
Este email habla del CAMBIO, el miedo que da y por qué debes hacerlo.
Si ese cambio pasa por crear o renovar una web, pincha aquí
¿Cuál es el cambio que más te está costando dar ahora mismo?
En fin, a lo que voy.
En una de las muchas conversaciones que surgieron, mis tíos (actores de teatro, televisión y doblaje) se dieron cuenta de que no han pasado más de 13 años en ninguna de sus casas.
Cinco casas repartidas en los últimos 50 años.
—Entonces solo nos quedan 9 años en esta casa —dije yo.
¡ERROR!
Atiende, que viene la parte importante.
Al decir eso, mi hija conectó en la conversación y, con cara afectada, me dijo que ella no se iba a ir de esta casa. Que le gustaba y que no teníamos por qué movernos.
Su cara era de preocupación absoluta, con miedo a perder esa casa que tanto le reconforta ahora mismo.
Tanto es así, que no sonrió hasta que su madre le dijo que, si nos movíamos, solo sería a un chalé con piscina y jardín, como ese en el que estábamos comiendo.
Y es que el cambio asusta.
Cambiar de casa, cambiar de amigos, cambiar de trabajo, cambiar de…, hasta de zapatillas.
Cuando nos acostumbramos a algo, cuando nuestro cerebro lo integra como algo automático en nuestra vida, nos revolvemos como un gato panza arriba si alguien nos sugiere que tenemos que cambiarlo.
Eso es lo que hace que aguantemos en relaciones de mierda, con amigos que restan o en trabajos que absorben el alma.
Ese es el motivo por el que no me fui de Accenture el primer día que me “pidieron” trabajar un fin de semana, o el que me dijeron que las horas extra solo se contaban a partir de las 22:00.
Es el motivo por el que tardé una década en salirme de grupos de whatsap que me hacían cabrearme, frustrarme y entristecerme.
Y es el motivo por el que sigo intentando mantener a flote 4 líneas de trabajo diferentes.
Porque cambiar, amigo mío, es un salto de fe hacia uno mismo que nuestro cerebro no nos invita a dar.
El mismo por el que el CEO de una empresa que tiene una web hecha hace 20 años (que ni siquiera se ve en el móvil) se resiste a renovarla por algo mejor.
Porque le ha cogido cariño y si ya funciona, ¿para qué cambiarla?, total, tampoco la necesitamos tanto.
Pero el día que le entregas la nueva página y acepta que el cambio ya es inevitable, suspira con alivio y sonríe ante la gran mejora que han recibido.
Lánzate, da el paso, aunque te dé miedo.
Cambiar no es malo, cambiar es necesario.
Y si hay una web de por medio, puedes hacerlo de la mano con el mejor método que he encontrado en una década cambiando las webs de otros:
El método para crear y renovar una web BIEN
Si quieres dejar tu comentario, apúntate:
El newsletter que leen empresarios, abogadas, amos de casa, ingenieros y fruteros por igual
Cada día un email para inspirarte, ¿a qué? A vivir mejor, ser mejor, ganar mejor