Desde hace años estudio a la gente que tiene éxito profesional. Gente que triunfa y llega lejos.
Me interesa ver qué han hecho diferente, qué han hecho igual, cómo han elegido, qué han sacrificado…
¿Por qué ellos sí y tú no?
Si hoy no tienes tiempo…
Y tú, ¿vas perdido por ahí, haciendo cosas como si estuvieras ocupado? ¿O trabajas por llegar a algún lado?
Este enlace te ayudará a encontrar el norte y a conseguir lo que necesitas para alcanzarlo
Porque lo difícil no es captar audiencia o ganar dinero, es saber para qué lo haces.
No me avergüenza decir que admiré a adictos al trabajo que echaban su vida a perder, a estafadores y estafadoras con complejos narcisistas o psicopáticos y que he admirado a toda una plétora de personas y personajes.
Tampoco me avergüenza decir que he refinado mi detector de mierda y mi sentido arácnido para que esas personas no vuelvan a superar mi filtro de héroes sin capa.
El caso es que, después de tantos años, me he dado cuenta de que ellos no son los verdaderos triunfadores.
El tipo del patrimonio de treinta millones de euros es una anomalía del sistema, el number güan en este o aquel área también. Alguien de quién habría que conocer la historia completa para ver qué hay detrás.
Los que de verdad tienen éxito y triunfan en la vida son los que no hacen tanto ruido, no se ven envueltos en esa vorágine del más, más, más y más y viven una vida magnífica en sus círculos.
Gente que, como tú y como yo, tiene su trabajo, sus objetivos, su familia, sus amigos y son capaces de interconectar todos los puntos de una forma más que inteligente.
Gente que no tiene por qué ganar un millón al mes, ni al año. Que disfruta del dinero que llega, sea cual sea, y no se obsesiona con las cantidades, sino con la calidad.
Porque, amigo mío, la calidad de la vida no está en los ceros.
Si me apuras, ni siquiera está en las personas. La calidad de la vida la llevas tú dentro.
Lo que tienes que hacer es recolocar tus prioridades y actuar en consecuencia. No dejarte cegar por los objetos brillantes de los demás, sus fotos de aparente felicidad y sus mensajes triunfalistas en redes sociales.
«¿Ya está con nosotros el David profundo?»
Amigo entrecomillado, el David profundo está siempre con nosotros. Lo que pasa es que intenta meterte la profundidad por el gaznate usando historietas y parábolas un poco más ligeras.
Hoy, sin embargo, me he levantado peleón. Se avecinan tempestades estructurales en mi mundo y las apuestas están ya sobre la mesa. Apuestas serias, apuestas que no tengo ni idea de a dónde llegarán, pero apuestas que tienen un único norte en su brújula.
Me he dado cuenta de que el problema de la mayoría de la gente es que se sientan a actuar para arreglar las cuatro piezas que tienen delante, pero nunca, NUNCA levantan la cabeza para pensar en qué piezas necesitan para construir lo que quieren.
Porque siempre nos quejamos de que el camino es una mierda o que la brújula no funciona, cuando el problema está en que no sabemos cuál es el norte.
Y sin un norte al que apuntar, amigo lector, ya puedes construir la torre más alta del mundo, con los materiales más caros y lujosos del mundo, que seguirás siendo un infeliz.
Ese es el motivo por el que la única constante que se mantiene en mi vida desde hace años lleva mi nombre y se envía cada día por email.
La pregunta no es si eso me lleva a algún lado, sino cómo se puede hacer para que te lleve a donde quieres llegar.
Y eso es, en sí mismo, un camino hacia el éxito.
Descubre tu norte y cuéntaselo al mundo.
Cuando haya suficiente gente escuchando, verás que la niebla se levanta y el camino se te antoja mucho más sencillo de transitar.
Por eso, cuando un mentorado o un alumno se quejan de que, como no tienen nada que vender, no van a lanzar su proyecto, su web o su newsletter, les doy una colleja.
Porque lo difícil es encontrar tu norte, no monetizarlo.
Verdad, verdadera (te lo juro por Snoopy)
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