Cuando era un universitario joven y pringado, no iba a clase.
No me da vergüenza admitirlo: atendí a menos del 50% de las clases de mi carrera.
¿Era un descerebrado?
¿Quería más fiesta que conocimiento?
¿Era soberbia?
La razón es que, ¿para qué narices vas a pasarte horas y horas sentado en un aula en el que te leen algo que ya tieenes?
Profesores aburridos y obsoletos que, en el mejor de los casos, crearon unos apuntes en los años 90 y los recitan palabra por palabra, año tras año.
¿Quién quiere desperdiciar así su vida?
Solo iba a las clases en las que los profesores aportaban verdadero valor.
A los que no seguían el libro, sino su propia experiencia, y te enseñaban trucos que no salen en esos libros.
¡Que soy ingeniero, leches!
No tenía que memorizar libros, ni tronchos teóricos.
Tenía que entender conceptos y saber aplicarlos.
También había otro tipo de profesor con el que sí asistía.
El que me entretenía.
Atiende, porque esto es importante para ti.
La gente busca en internet por dos motivos: para entender o para entretenerse.
La gente lee un artículo por otros dos motivos: me lo explica bien (me resuelve mi problema) y es diferente.
Nadie quiere refritos y por eso casi toda la gente que me escribe preguntándome “oye, por qué mi web no funciona” sería feliz leyendo y comprendiendo la frase anterior.
¿Y cómo se puede ser diferente y explicar bien en un mundo como el nuestro?
De eso también trata este newsletter, que te enseña cómo es un buen contenido:
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